Al final no fui a la Expo. Pero mi Moni, que siempre piensa en todo, me trajo un trocito, puede que el mejor trocito.
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Ha sido un verano muy raro, de estrés, de discusiones por teléfono, que puede que sean las peores, de mucho trabajo (no remunerado, claro), sin vacaciones, en búsqueda de futuro, de hogar, puede que de mí misma...
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Hubo momentos en que dejé de ser yo, dejé de creer en eso de que todo sucede por algo y de que de todo lo malo sólo pueden salir cosas buenas... Estuve a punto de rendirme... Hasta que me di cuenta...
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Besos de colores cada día en mi ventana, conversaciones hasta las mil, comidas y cenas llenas de abrazos, gente siempre dispuesta a escucharme, a pasear a mi lado, a seguirme el juego, a cambiar el rumbo... planes a medias hechos entre dos, entre tres, en grupos de mil, viajes pendientes, que es lo mejor de los viajes, regalos en forma de unos y ceros que mágicamente se convierten en fotos y canciones...
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Magia y más magia... ¿Quién puede permitirse el lujo de decir que, a pesar de todo, es feliz?
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