5.12.09

De Ángel González [dedicado]

Me basta así

Si yo fuera Dios

y tuviese el secreto,

haría

un ser exacto a ti; lo probaría

(a la manera de los panaderos

cuando prueban el pan, es decir:

con la boca),

y si ese sabor fuese

igual al tuyo, o sea

tu mismo olor, y tu manera

de sonreír,

y de guardar silencio,

y de estrechar mi mano estrictamente,

y de besarnos sin hacernos daño

-de esto sí estoy seguro: pongo

tanta atención cuando te beso;

entonces,

si yo fuese Dios,

podría repetirte y repetirte,

siempre la misma y siempre diferente,

sin cansarme jamás del juego idéntico,

sin desdeñar tampoco la que fuiste

por la que ibas a ser dentro de nada;

ya no sé si me explico, pero quiero

aclarar que si yo fuese

Dios, haría

lo posible por ser Ángel González

para quererte tal como te quiero,

para aguardar con calma

a que te crees tú misma cada día,

a que sorprendas todas las mañanas

la luz recién nacida con tu propia luz, y corras

la cortina impalpable que separa

el sueño de la vida,

resucitándome con tu palabra,

Lázaro alegre,

yo,

mojado todavía

de sombras y pereza,

sorprendido y absorto

en la contemplación de todo aquello

que, en unión de mí mismo,

recuperas y salvas, mueves, dejas

abandonado cuando -luego- callas...

(Escucho tu silencio.

Oigo

constelaciones: existes.

Creo en ti.

Eres.

Me basta.

28.11.09

dedicado

http://www.youtube.com/watch?v=nOWdx6UlXDw

[Actualización]

El vídeo es un homenaje de Miguel Ángel Solá a Mario Benedetti. Una de las voces más increíbles del mundo para uno de los poemas más bonitos del mundo. Estoy 'enamorada' de esa voz desde que conocí a Dalmacio (y a Eloísa) primero en Cáceres y después en Madrid. Ahora regresan juntos, ahora como Miguel y Nana, ahora al Teatro Amaya y allí estaré yo "Por el placer de volver a verla". Les entrevistaré esta semana, a Miguel Ángel y a Blanca. Creo que me apetece hacerlo desde aquella noche, desde aquel "Hoy: el diario de Adán y Eva". Para ir abriendo boca, me quedo con una frase de Miguel Ángel, de una entrevista de 2003 para elcultural.es. Habla de aquella obra en la que nadie creía y que dio la vuelta al mundo durante más de una década:

“Tengo una deuda con esta obra porque quisimos estrenarla aquí hace tiempo y por una mala gestión no pudo ser. Después, estuvimos a punto de hacerla en el Marquina y nos volvimos a embarazar. Me dediqué a hacer cine para poder mantener el hogar y rechacé proyectos interesantes (Los Puentes de Madison, El hombre elefante, El alcalde de Zalamea..) porque mi corazón está aquí. Con todo este trabajo paso muchas horas alejado de Blanca y de la crianza de las niñas, y ésta es la oportunidad de estar hablándole de amor a mi mujer durante dos horas por día”.

25.10.09

La reina del trastero. Paco Ortega


La reina del trastero, que pide fuego a los clientes con dinero, y la mirada de los que no sienten miedo, y un corazon cansado.

La reina del trastero, que da su trono a quien le tira el dinero, que finge amores y se arrastra por el suelo, cansada de esperar.

La reina del trastero, con la que sueñan los suicidas, los banqueros, los perdedores, los herejes y embusteros.

Reina del trastero, la más bonita, la más puta, mi veneno, la que me pierde y me enamora, y se va luego, reina del trastero.

La reina del trastero, tiene unos ojos que son pozos de viveros y una tristeza en lo más hondo de su pecho, que esconde soledad.

La reina del trastero, por ti sería el más cruel de los guerreros, y bebería de tus pechos caramelos, y curaría mi mal.

La reina del trastero, con la que sueñan los suicidas, los banqueros, los perdedores, los herejes y embusteros.

Reina del trastero, la más bonita, la más puta ,mi veneno, la que me pierde y me enamora, y se va luego, reina del trastero.

La reina del trastero, con la que sueñan los suicidas, los banqueros, los perdedores, los herejes y embusteros.

Reina del trastero, la más bonita, la más puta, mi veneno, la que me pierde y me enamora, y se va luego, reina del trastero.


BSO Canciones de amor en Lolita's Club

24.9.09

des mensonges


Cuéntame una historia antes de irte a dormir. Acerca tus labios a mi oreja y susúrramela muy bajito mientras me abandona, poco a poco, la consciencia. Dime que me quieres y dame un beso en la frente. Sólo así podré soñar que todo esto es verdad.

13.9.09

dos de dos

Ante la falta de entendimiento provocado por el post anterior, éste sólo servirá de no-explicación o algo que se le parece...
"Siete mesas de billar francés" habla, puede que la mayoría de los críticos de cine difieran de mi opinión, de las historias de los mayores, de cómo nos complicamos la vida o cómo la vida se nos complica, que, a veces, puede ser y es lo mismo... o no; de cómo cada cual carga con su pequeña cruz, cómo cada cual tiene sus problemas, sus lágrimas y sus sonrisas... Y, en medio de historias más o menos maltrechas, surge la mirada de un niño. Un mundo el suyo en el que las cosas no tienen más explicación que la que es, donde la vida no se complica, donde un te quiero es un te quiero y es correspondido siempre, sin medias verdades o mentiras a medias... sin más explicación, porque sí y punto...

6.9.09

Siete mesas de billar francés


- Y Antonio es el que enseña a Fele (...) Puedes usar la mirilla cuando quieras.
- Gracias. Se ve muy bien.
- Así cuando venga tu marido miras a tu novio sin que nadie se entere. No estés triste.

31.7.09

hoy

Sentada en el váter se piensa distinto. Ni mejor ni peor, sólo distinto. Sentada en el váter tienes la mejor perspectiva para saber si el grifo gotea. Y sí. El grifo gotea y siento cada suspiro que se escapa por el sumidero. Abro la versión digital de un periódico cualquiera, siempre el mismo, y leo los titulares de cultura. Doy la espalda voluntariamente a una realidad que cada vez me gusta menos. Auto-exilio en cualquier no-lugar. En el país de las hadas muertas.
Echo de menos que me eches de menos...
Y mientras, en la Franja de Gaza vuelan cometas de colores.

21.6.09

¿los rincones de domingo o las tardes de poesía?


Los que me conocen saben de mi particular relación con las tardes de domingo. Da igual que llueva o que haya salido el sol, da igual estar sola que estar acompañada, da igual que sea invierno o verano, las tardes de domingo tienen algo de raro, de nostalgia, de echar de menos... Hoy he decidido canalizar todo eso y he redecorado la entrada del piso. No es que sea nada del otro mundo, pero qué se puede pedir de un trozo de tela, pegamento, clips, un viejo cuadro de una mujer desnuda y tres trozos de cartón de cajas de zapatos... He fabricado mi propio rincón de la poesía, del que ya me había hablado Esther :) ... De momento, Mario Benedetti y Evgeni Evtuchenko. Aún hay mucho por llenar, así que se admiten sugerencias...


24.5.09

Quien es feliz
no mira los relojes.
Son los relojes los que miran
a quien es feliz.

Evgeni Evtuchenko


¿Eres feliz?

13.5.09


Con claveles blancos me despido de usted. Sé que desde la estrella donde se instala toda la gente a la que queremos cuando se nos va los verá y sonreirá. Yo, como siempre, intento parar las lágrimas a base de recuerdos instalados en ese cuartucho de las escobas que es la mente. Y me quedo con su risa, con los bocadillos de chorizo que más de un verano nos comimos en Viejas, con sus historias, con las veces en que tía le decía "Si a ti te he civilizado yo, Felipe". Descanse en paz.

FOTO: Claveles blancos, Almudena Salamanca.



12.5.09

"Llevaba toda la vida muriéndose y nadie se lo creía"

Como casi cada día, delante del ordenador elijo al azar un disco que poner de banda sonora a una tarde más que se va sin remedio. Cierro los ojos y muevo el cursor del ratón por un espacio invisible. Casi siempre toca Sabina o Ismael, supongo que el inconsciente guarda incluso hasta los lugares que no se ven. Pero hoy, por una de esas casualidades, malditas casualidades a veces, también el inconsciente dirigió el cursor: Antonio Vega. Y ya que el destino marca el tributo me decido por pasar junto a él 3000 noches con Marga. Creo que es su disco que más me gusta. Quizás porque escribir al amor de tu vida cuando se ha marchado para siempre tiene que doler tanto que ha de compartirse con el mundo para no desfallecer. Sin darme cuenta estoy llorando. Son esas lágrimas absurdas que resbalan sin piedad por las mejillas, lágrimas de las que intentan lavar las pérdidas, incluso cuando no sabes muy bien lo que has perdido. Nunca conocí a ese chico triste y solitario, pero conozco su melancolía y con ella, y con él, he pasado muchas tardes como ésta que se van sin remedio. Cuando las ausencias empiezan a matar un poquito, lo mejor es agarrarse a los recuerdos. Y compartirlas. Descansa en paz.

10.5.09

Siempre las tardes de domingo.
Un poema de Pedro Salinas y la voz de Pablo Milanés.

Y algunas fotos en la retina.
Y algunos nombres en la cabeza.
Y aquello que me guardo.
Siempre las tardes de domingo.

Batidos de palabras.
Puré de sentimientos.
Nostalgia. Ganas de llorar. Y de reír. Y de escribir.
Y de no hacer nada.
Siempre las tardes de domingo.

18.4.09

El cristal de la ventana estuvo empañado toda la noche. Lo sabía porque con la espalda desnuda mirando hacia la puerta se había pasado las horas garabateando en él. Cuando, ya por la mañana, le preguntaron qué significaba todo aquello, no supo qué contestar... Ni siquiera ella lo entendía

2.4.09

por fascículos [part. III y final]

Ahora mi mujer está detrás de mí y se ha cambiado de ropa. Acaba de llegar del trabajo y se cepilla el pelo lentamente. Ha vuelto a dejárselo suelto y yo a tocar la guitarra. Ya no me dice aquellas cosas cariñosas, pero tampoco me llama Raúl. Al parecer aquellas temporadas que pasaba en Ibiza realmente eran viajes a Benidorm con su madre y los tres niños que tenía de una relación anterior; el móvil de última generación, de la empresa y los trajes, comprados de segunda y tercera mano en una tienda del centro. El coche era la única licencia que se había permitido en su vida, el único capricho que le habían dejado permitirse la arpía de su madre, sus hijos y una ex que aprovechaba cualquier ocasión para sacarle hasta el último céntimo por el bien de las criaturas.


Me lo explicó en un bar cercano a mi pensión. Era un sábado de abril. Me había dejado un mensaje en el contestador mientras yo volvía en metro. Quería verme y yo era lo que más deseaba en el mundo. Me pidió perdón, me dijo que me quería y que haría lo que le pidiese para merecer una segunda oportunidad. Yo sólo le pedí un beso y volvimos a casa. Al final fue el tal Raúl el que resultó ser el fracaso de su vida y no yo y eso me alegraba. Tanto como que mi mes de abril de aquel año no acabase como el del Sabina del chico del metro.

por fascículos [part. II]

No se quitó el pasador, me dio un beso en la mejilla y llevó el maletín y el bolso a la habitación mientras me explicaba un poco acelerada que estaba estresada, que tenía que preparar un viaje importante a Moscú, que tendría que estar fuera un par de días, que era un proyecto que no podía fallar, que bla bla bla. Fue la primera noche desde que compartíamos aquel piso del centro que no hicimos el amor. Yo quise comprenderla, así que después de cenar, nos metimos en la cama y yo la abracé muy fuerte.

Ella estuvo muy nerviosa aquellos días que precedieron al importante viaje a Moscú. Salía temprano, llegaba tarde y sus besos me sabían distantes. Yo había dejado de pensar en aquel incidente y me esforzaba por tranquilizarla. Todo saldría bien, era la mejor. Había llegado a entender que ese viaje era realmente importante para ella. Hasta que la noche anterior, justo cuando me disponía a pedirle un taxi porque ella se había negado a que la acompañase al aeropuerto, llamó un tal Raúl.

Estuve a punto de volverme loco. No pegué ojo en toda la noche ni en los dos días siguientes. Ella me dijo que Raúl era un compañero de trabajo, que acababa de llegar a la empresa, que gracias a él había surgido aquella posibilidad de negocio en Rusia y que el jefe les había encargado a los dos realizar aquel viaje y volver a Madrid con un buen acuerdo bajo el brazo. Me contó que se jugaban mucho y que no me había dicho nada para no preocuparme, pero yo ya estaba demasiado celoso como creer del todo aquella historia. En mi cabeza sólo aparecía la imagen de mi preciosa mujercita con aquel tipo, Raúl, volando juntos a miles de kilómetros de mí. Juntos y solos. En mis tres noches de insomnio, mi yo racional me decía que me estaba equivocando, que estaba haciendo una montaña con un granito de arena, que ella, a pesar de que podía haber tenido a cualquier tío del planeta, me había elegido a mí, que no tenía nada que temer. Pero la vida es dual, como las monedas, y si tenía un yo racional, también tenía uno no racional. Y éste era el que se imponía.

A la vuelta ella habló conmigo. Me dijo que todo lo que me había contado del viaje era cierto, pero también que se había enamorado del tal Raúl. Y lo dijo así, tan fríamente que me partió el corazón por la mitad al principio y lo hizo añicos después. Quería darse una oportunidad con él.

- Y en esa oportunidad, ¿dónde quedo yo?

Estaba todo pensado. Al parecer las noches de hotel en Moscú habían dado para algo más que preparar reuniones y un par de revolcones con que aliviar la tensión del día. Ella se iría a vivir con él. Me proponía que yo buscara también otro lugar para vivir. Ella se encargaría de todo, los papeles del divorcio y la mejor manera de poner en venta el piso y de acordar el reparto de los bienes gananciales. Eso había quedado de nuestra historia: un piso a medio pagar con un cartel de Se Vende en la ventana y un puñado de bienes gananciales.

- No hay prisa. Tómate el tiempo que necesites.

Pero yo lo que necesitaba era salir de allí. Hice la maleta y aquella misma noche ya había metido todas mis cosas en una habitación de una pensión del centro.

Al parecer ella se había dejado cegar por su coche, por sus trajes nuevos, porque el tal Raúl pasaba largas temporadas en Ibiza y había viajado alrededor del mundo. Al fin y al cabo, yo sólo era un informático que trabajaba en una empresa modesta. No había coche caro, ni vestía trajes de marca y mi ideal de tiempo libre era oír respirar a mi mujercita después de hacer el amor con ella. Vamos, lo que yo llamaba ser un fracaso en su vida. Y ella se reía y me besaba…

Es curioso cómo tu estado de ánimo cambia la perspectiva de una ciudad. Desde que el tal Raúl se cruzó en mi camino se activó un mecanismo desconocido dentro de mí que me hacía buscar la intimidad, el anonimato y la soledad del suburbano en mis trayectos al trabajo. Antes siempre había preferido el autobús, pero ahora el Metro de Madrid me daba un cobijo especial y empecé a apreciar ese mundo que se nos esconde a los ojos.
Un mundo en el que una mujer con jersey de cuello vuelto te hace sonreír por la voluntad de una moneda mientras canta aquello de “Bésame, bésame muuuuuchoooo” en una esquina de la parada de Diego de León. Un mundo en el que en esa misma esquina le devuelve la sonrisa, también por la voluntad, un chico de pelo largo que convierte una canción de Sabina en tu banda sonora personal: “En la posada del fracaso, donde no hay consuelo ni ascensor, el desamparo y la humedad comparten colchón”. Un mundo en el que se mezclan historias de todo tipo, personas de todo tipo, casi siempre en silencio. Un silencio que de vez en cuando sólo rompe la voz de una rumana que pide para comprar leche para sus hijos o la de un colombiano que cuenta que ha tenido que dejar un pequeño televisor y su pasaporte a la dueña de la pensión a la que ya debe dos meses y que no tiene a quién recurrir.
.
No había vuelto a saber nada de ella ni tampoco de la venta de la casa ni de mi parte de bienes gananciales. Creo que tampoco me importaba demasiado. Sí, ella, pero no todas aquellas cosas sin ella. Había conseguido malvivir medianamente tranquilo y ocupaba casi todo mi tiempo en el trabajo. Hacía horas extra y trabajos de urgencia los fines de semana. Aquella cura me mantenía con los pies en la tierra y había logrado ahorrar algún dinero, pero aún no sabía qué haría con él.
.
No había dejado la habitación de la pensión porque el mero hecho de pensar en buscar un piso de soltero-abandonado-y-casi-divorciado me aterraba. Tampoco sabía muy bien quién era ni lo que quería. Supongo que nunca dejé de pensar que aquel tiempo sólo sería un paréntesis.

31.3.09

por fascículos [part.I]

Cada tarde a la vuelta del trabajo mi mujer me recibía con un apelativo diferente. Con los años el espectro se había ido haciendo más amplio y variado y conjugaba diminutivos, aumentativos, nombres de animales, palabras cariñosas y otras más subiditas de tono (éstas eran mis preferidas y ella siempre las reservaba para los fines de semana cuando volvía de ver el fútbol con los amigos)… Cariño, cariñito, cariñino, cariñín, cari, chiquito, rey, amor, amorcito, amorcín, gordo, bicho, flaco, tesoro, gatito, vida mía, mi niño, guapetón, bombón, fiera, tío bueno, mi hombre, hombretón, tigre…

Hasta que un día me llamó Raúl.

Era sábado y mi equipo había vuelto a perder.

¿Raúl? –le espeté yo con el rostro medio desencajado y una sonrisilla nerviosa.

Siempre había pensado que el lenguaje tiene un límite y sentía curiosidad por saber qué me llamaría mi mujercita el día en que ya fuera imposible estirarlo más. Imaginaba que volvería al principio o que inventaría las palabras. Algo como… No sé, ella era la experta. ¡¿Pero Raúl?!

R-A-Ú-L

Aquellas cuatro letras significaban que algo pasaba, aunque ella dijera que estaba estresada con tanto trabajo y yo me empeñara en creerla.

Nos habíamos conocido en la facultad, en los pasillos de la facultad para ser exactos. Empresariales. Ella se licenció a los cinco años mientras yo la cambié por un pequeño estudio de grabación. Quería ser cantautor. Bueno, cantautor era, pero soñaba con ser una estrella de la canción. Por aquel entonces ella llevaba el pelo largo, suelto y yo tocaba la guitarra después de los exámenes. En realidad no sabía más que los acordes de una decena escasa de canciones pero a ella le gustaba una de los Beatles y yo me la había aprendido al dedillo. Lo de ser un cantante famoso quedó atrás. No tenía talento, no el suficiente, y me volví a matricular en la universidad. Informática. Ella sí tenía un gran futuro. Había acabado sus estudios con muy buenas notas, hizo un máster en el extranjero, dominaba un par de idiomas. Y seguía conmigo. Solía decirle de broma que yo era la única parte de su vida que representaba un fracaso y ella se reía y me besaba. Nos hicimos mayores entre aeropuertos, entre acordes aprendidos de canciones, entre cartas, entre ceros y unos, en lenguaje binario, pero juntos, siempre juntos. Pronto empezamos a construir un hogar. Ella comenzó a trabajar en una multinacional muy importante. Vestía serios trajes de raya diplomática que conjuntaba con tops desenfadados y tacones de vértigo y se recogía el pelo en una coleta alta muy apretada. A mí no me gustaba demasiado, pero ella decía que para trabajar era más cómodo y cuando llegaba a casa, para darme gusto, se arrancaba el pasador al mismo tiempo que me decía aquellas cosas cariñosas. Esos encuentros al morir la tarde solían terminar en el sofá, en la alfombra, sobre la mesa de la cocina.
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Menos aquel día que me llamó Raúl.
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19.3.09


Felicidades, primero, a mi papi

Felicidades, segundo, a mi abuelillo, que me da que ha tenido también bastante que ver con esa cosa de que nosotros estemos aquí

Felicidades a todos los José, sobre todo si el nombre es compuesto y el José va delante (:P) (y si lo lleva detrás también, aunque no te piques pequeñaja)
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Felicidades a todos los papis del mundo, a los que ya no están y a los que lo vayan a ser

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Esta foto tiene su sentido hoy. Hace un par de semanas que operaron a mi pa, da un poquito de lata, pero está bien (creo que lo hace para que le den mimos todo el rato, ¡¡¡HOMBREEEEESSS!!! (:D). Éstas somos mi hermana y yo hablando con él por teléfono después de nuestras sesiones de ejercicios (por eso estamos así de buenas). Mj captó el momento. Es bonito, ¿no?

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Lo dicho, FELICIDADES!!!!!!!

5.3.09

Últimamente me pasa que no tengo demasiado tiempo. Lo que sí tengo son unas ojeras cada vez más marcadas y cada vez más moradas. También me pasa que, mientras camino por debajo de Madrid, pienso mucho y es una putada, porque parece que las musas (o los musos) me visitan en mis paseos diarios por las entrañas de esta ciudad que adoro, pero se esfuman en cuanto huelen cualquier cosa que se le parezca a un lápiz o un papel (aunque sea el reverso de una factura o la última página de un periódico). Será que ya escribo demasiado, será que ya no sé escribir (o que nunca supe). O será marzo. O será la lluvia. O que en breve cumplo años. Sí, empiezan a pesar y es un poco triste llegar a los 27 a veces tan cansada. Me gusta echarle la culpa a la crisis, a la lluvia, al frío. Nada que huela, de momento, a autocrítica. Conclusión de sucesos desencadenados por asfixia. Podría ser un buen título para una novela o para un poema. Últimamente he vuelto a leer en el Metro. He cambiado a Sabina y a Ismael por Vargas Llosa y Manuel Rivas. Ahora leo a Ángel González y vuelvo a pensar... en ti.
(...)
Así,
en ti me quedo,
paseo largamente tus piernas y tus brazos,
asciendo hasta tu boca, me asomo
al borde de tus ojos,
doy la vuelta a tu cuello,
desciendo por tu espalda,
cambio de ruta para recorrer tus caderas,
vuelvo a empezar de nuevo,
descansando en tu costado,
miro pasar las nubes sobre tus labios rojos,
digo adiós a los pájaros que cruzan por tu frente,
y si cierras los ojos cierro también los míos,
y me duermo a tu sombra como si siempre fueraverano,
amor,
pensando vagamente
en el mundo inquietante
que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa.

17.2.09

Ayer entrevisté a Javier Veiga. Es un tipo curioso que creo que me conoce mejor que yo misma. Será por eso que ha dejado una frase resonando en mi cabeza (en la mía y en la de Mélani Olivares, que también se queda con ella, a diferencia de Jorge Sanz que prefiere otra, cuestión de 'maticitos', supongo). Y como yo soy así, me la guardo para mí: "el destino o el azar o como cada uno quiera llamarle es inevitable, pero la felicidad es un punto de vista" .

Mi punto de vista, el de la felicidad claro, tiene a su vez muchos puntos de vista. Más que puntos de vista lo que tiene son muchos objetivos hacia los que apuntar o que me apuntan, porque en esto de la felicidad tú apuntas, pero también te apuntan. ¿Hacia dónde? Hacia la habitación de al lado, hacia las habitaciones del fondo ahora, que son las primeras del pasillo, hacia Madrid, hacia mis montañas, hacia tierras castellanoleonesas y en orden inverso... al derecho y del revés porque la felicidad es un punto de vista, no una medida en metros ni mucho menos en kilómetros.

6.1.09


Queridos Reyes Magos:
Este año hemos sido muy muy muy buenas, pero estamos un poco descontentas con Vosotros. Vale que a mí me habéis traído una crema para los ojos y las ojeras (que falta me hace y me va a hacer), algo de pasta para la crisis y un trabajo nuevo (en principio), pero esta noche no habéis pasado por los pinos, 23, jo. Dice Mariajo que ella también está un poco enfadada, pero que lo entiende y que se le pasará, vamos, que podéis venir con un poco de retraso y quiere que la regaléis al tío del tren (Vosotros ya sabéis cuál es). Dice que se conforma con eso si le puede devolver si no queda satisfecha con él.
Muchas gracias por Vuestro Tiempo.
Muchos besos de las dos
P.D. ¿Tiene algo que ver el que no hayáis pasado por aquí con que no hayamos dejado puestos los zapatos en la entrada ni el vasito de leche?

3.1.09


Dice José Pedro que recuerda cómo se le colgaba de una pierna él y de la otra mi hermana cuando eran pequeños. Quién sabe cuántos recuerdos guarda ella mientras se deja escapar las lágrimas en silencio. Dice mi madre que siempre ha sido así, desde que nació, que siempre lloraba en silencio, que siempre lloraba para sus adentros. Supongo que los recuerdos de mi hermano tendrán que ver con horas pateando un balón contra unas puertas de hierro, con alguna noche de fiesta, con alguna que otra copa. Mi abuela recuerda que también la llamaba 'meme' y que el primer día de cole mi hermana le dijo: 'Venga, Rubén, recoge que nos vamos'. Mis padres recordaban anoche, por teléfono, que los habían metido juntos en el parque, que se habían criado juntos, que iban y venían juntos y pensaban a sus padres y, supongo, en qué bien que nosotros estemos aquí. En Nochevieja hablábamos de las veces en que se había comido con nosotros las uvas por esa manía absurda de mi madre de no ser trece a la mesa y porque 'eran novios'. Yo recuerdo el día en que se hizo esta foto, recuerdo que Rubén era el tranquilote, mientras a mi hermana, a veces, 'se le iba la pinza', recuerdo que a mi madre le daba pánico que saliesen al balcón, recuerdo los muerdos que se pegaban el uno al otro cuando se enfadaban, recuerdo a su madre embarazada a la vez que la mía, recuerdo 'discusiones' con su hermana por quién había dejado antes de tomar biberón de los dos peques... Recuerdo a Rubén en gran parte de mi vida, correteando por la calle, le he visto crecer... y ahora me resulta extraño hablar de él en pasado...

Descansa en paz