31.3.09

por fascículos [part.I]

Cada tarde a la vuelta del trabajo mi mujer me recibía con un apelativo diferente. Con los años el espectro se había ido haciendo más amplio y variado y conjugaba diminutivos, aumentativos, nombres de animales, palabras cariñosas y otras más subiditas de tono (éstas eran mis preferidas y ella siempre las reservaba para los fines de semana cuando volvía de ver el fútbol con los amigos)… Cariño, cariñito, cariñino, cariñín, cari, chiquito, rey, amor, amorcito, amorcín, gordo, bicho, flaco, tesoro, gatito, vida mía, mi niño, guapetón, bombón, fiera, tío bueno, mi hombre, hombretón, tigre…

Hasta que un día me llamó Raúl.

Era sábado y mi equipo había vuelto a perder.

¿Raúl? –le espeté yo con el rostro medio desencajado y una sonrisilla nerviosa.

Siempre había pensado que el lenguaje tiene un límite y sentía curiosidad por saber qué me llamaría mi mujercita el día en que ya fuera imposible estirarlo más. Imaginaba que volvería al principio o que inventaría las palabras. Algo como… No sé, ella era la experta. ¡¿Pero Raúl?!

R-A-Ú-L

Aquellas cuatro letras significaban que algo pasaba, aunque ella dijera que estaba estresada con tanto trabajo y yo me empeñara en creerla.

Nos habíamos conocido en la facultad, en los pasillos de la facultad para ser exactos. Empresariales. Ella se licenció a los cinco años mientras yo la cambié por un pequeño estudio de grabación. Quería ser cantautor. Bueno, cantautor era, pero soñaba con ser una estrella de la canción. Por aquel entonces ella llevaba el pelo largo, suelto y yo tocaba la guitarra después de los exámenes. En realidad no sabía más que los acordes de una decena escasa de canciones pero a ella le gustaba una de los Beatles y yo me la había aprendido al dedillo. Lo de ser un cantante famoso quedó atrás. No tenía talento, no el suficiente, y me volví a matricular en la universidad. Informática. Ella sí tenía un gran futuro. Había acabado sus estudios con muy buenas notas, hizo un máster en el extranjero, dominaba un par de idiomas. Y seguía conmigo. Solía decirle de broma que yo era la única parte de su vida que representaba un fracaso y ella se reía y me besaba. Nos hicimos mayores entre aeropuertos, entre acordes aprendidos de canciones, entre cartas, entre ceros y unos, en lenguaje binario, pero juntos, siempre juntos. Pronto empezamos a construir un hogar. Ella comenzó a trabajar en una multinacional muy importante. Vestía serios trajes de raya diplomática que conjuntaba con tops desenfadados y tacones de vértigo y se recogía el pelo en una coleta alta muy apretada. A mí no me gustaba demasiado, pero ella decía que para trabajar era más cómodo y cuando llegaba a casa, para darme gusto, se arrancaba el pasador al mismo tiempo que me decía aquellas cosas cariñosas. Esos encuentros al morir la tarde solían terminar en el sofá, en la alfombra, sobre la mesa de la cocina.
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Menos aquel día que me llamó Raúl.
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19.3.09


Felicidades, primero, a mi papi

Felicidades, segundo, a mi abuelillo, que me da que ha tenido también bastante que ver con esa cosa de que nosotros estemos aquí

Felicidades a todos los José, sobre todo si el nombre es compuesto y el José va delante (:P) (y si lo lleva detrás también, aunque no te piques pequeñaja)
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Felicidades a todos los papis del mundo, a los que ya no están y a los que lo vayan a ser

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Esta foto tiene su sentido hoy. Hace un par de semanas que operaron a mi pa, da un poquito de lata, pero está bien (creo que lo hace para que le den mimos todo el rato, ¡¡¡HOMBREEEEESSS!!! (:D). Éstas somos mi hermana y yo hablando con él por teléfono después de nuestras sesiones de ejercicios (por eso estamos así de buenas). Mj captó el momento. Es bonito, ¿no?

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Lo dicho, FELICIDADES!!!!!!!

5.3.09

Últimamente me pasa que no tengo demasiado tiempo. Lo que sí tengo son unas ojeras cada vez más marcadas y cada vez más moradas. También me pasa que, mientras camino por debajo de Madrid, pienso mucho y es una putada, porque parece que las musas (o los musos) me visitan en mis paseos diarios por las entrañas de esta ciudad que adoro, pero se esfuman en cuanto huelen cualquier cosa que se le parezca a un lápiz o un papel (aunque sea el reverso de una factura o la última página de un periódico). Será que ya escribo demasiado, será que ya no sé escribir (o que nunca supe). O será marzo. O será la lluvia. O que en breve cumplo años. Sí, empiezan a pesar y es un poco triste llegar a los 27 a veces tan cansada. Me gusta echarle la culpa a la crisis, a la lluvia, al frío. Nada que huela, de momento, a autocrítica. Conclusión de sucesos desencadenados por asfixia. Podría ser un buen título para una novela o para un poema. Últimamente he vuelto a leer en el Metro. He cambiado a Sabina y a Ismael por Vargas Llosa y Manuel Rivas. Ahora leo a Ángel González y vuelvo a pensar... en ti.
(...)
Así,
en ti me quedo,
paseo largamente tus piernas y tus brazos,
asciendo hasta tu boca, me asomo
al borde de tus ojos,
doy la vuelta a tu cuello,
desciendo por tu espalda,
cambio de ruta para recorrer tus caderas,
vuelvo a empezar de nuevo,
descansando en tu costado,
miro pasar las nubes sobre tus labios rojos,
digo adiós a los pájaros que cruzan por tu frente,
y si cierras los ojos cierro también los míos,
y me duermo a tu sombra como si siempre fueraverano,
amor,
pensando vagamente
en el mundo inquietante
que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa.