2.7.08

Cama para uno [part XII]

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Podría ser cualquier café. Una tarde de finales de junio de cualquier ciudad. Cualquiera lo suficientemente ruidosa y heterogénea como para que una pareja pase desapercibida a los ojos del mundo en un café. A los ojos del mundo, pero no de todo el mundo, porque en cualquier ciudad siempre hay alguien con la capacidad de ver de otra manera, de entender las imágenes de otra manera. Gracias a esas personas hay siempre historias que contar.

De cuento en cuento y tiro porque me toca.

Eso ocurrió aquella tarde, que aquella pareja sentada en un rincón de un viejo café de Lavapiés no estaba sola. Por ese ladrón de momentos sabemos que ambos se miraban sin mirarse, casi como una reacción instantánea de dos líneas paralelas que acabarán por cruzarse, antes o después, en algún punto imaginario o no del firmamento, del espacio tan cercano y tan distante que separa un par de manos entrecruzadas de otro par de manos entrecruzadas. Por ese ladrón de momentos que observaba desde la mesa de al lado sabemos que él habló largo rato, contaba una historia, mientras ella jugaba con un mechón de su pelo; que él, de repente, calló y ella, sin dejar de mover compulsivamente la única pierna que apoyaba en el suelo, le preguntó algo y que, mientras él contestaba, ella lo miraba absorta. Hubo un silencio que parecía el prefacio de eso que llaman la poética de la confesión. Ahora era él quien la miraba y ella quien tenía que contestar. Es el juego de la conversación, el feedback. Pero los convencionalismos no iban con ella. Y eso él lo sabía. Puede que a estas alturas lo supiese también nuestro tercer personaje.

[[Me declaro culpable. De haberme enamorado de un personaje de cartón, de haber vuelto a este café, de haberte pedido que me contases la historia de nuevo, de haberte preguntado por qué y de que tú termines también con una pregunta. ¿Quiero? No sé si quiero. También de eso me declaro culpable. Hay cosas que necesito olvidar, dormir que dicen los poetas. Nunca te dije que te quería porque nunca me lo preguntaste, porque no sabría qué contestarte. ¿Y si esta historia también se esfuma? ¿Y si llega el aburrimiento y la indiferencia? ¿Y si un día te cansas de contarla y ya es demasiado tarde? Se puede tener miedo, ¿no?]]

El silencio se prolongó largo rato. Ella seguía pensativa. La memoria provoca siempre una búsqueda frustrante de autenticidad y un 'salto de tigre' en el pasado que ofrece la posibilidad de redención mesiánica al entrar en las fisuras del ayer. Este salto es siempre posible en literatura. No sé si en la vida también.

- ¿Cómo terminaba la historia de la chica cobarde de la maleta de cuero marrón?
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

joder....

esto es una pasada...

y la pregunta es... Y AHORA QUE?

qué jodido lo has dejado...

esto no puede ser...

no te mojas!

lo dejas en el limbo!

uff...muy dificil....eh?
muy alto has dejao el listón muchacha!

joder...me dejas todo el marron a mi eh???

mmm.-.-.....


aiiiiiii!!!!!

pos na-..-.-.-a ver....se pensará en algo....



(manda huevos...)


:)





ella le tenia que haber dejado con el café frío, y una colilla a punto de extinguirse...




al menos eso lo hubiera gustado a mariajo, no? :)

Anónimo dijo...

qué bien sienta saber de tí(de usté) antes de irme a la cama...



un abrazo van(aunque haga frío o no).