Si hubiese nacido en la Grecia Clásica, hubiese filosofado sobre el Amor. Sí, me hubiese gustado ser un filósofo. Aunque creo que con la suerte de la que hago gala, también allí hubiese sido mujer y, a fin de cuentas, aunque hubiese habido mujeres filósofas, yo habría nacido dentro de la clase baja, así que sería esclava. Lo mire por donde lo mire, la sabiduría en ese plan elevado no habría sido lo mío. Pero, ¿se imaginan? ¡Cuántos problemas actuales nos ahorraríamos si alguien hubiese racionalizado, de verdad, el Amor! (Puede que ese alguien exista, pero yo, al menos de momento, no lo conozco. Exijo que me lo presenten). Vale, de acuerdo: Empédocles, Platón… ya lo hicieron, pero no me sirven. Concebirlo como una Idea pura o como ese momento de plenitud, de estabilidad y tranquilidad, como ese motor fundamental y destacado del mundo, como ese hilo conductor que guía a las personas va, al menos hoy, contra mis propios intereses. Yo más bien me refiero a ver el Amor como un pantalón que te quitas y te pones o como un bolso que se pasa de estación. Sí, venga, ¡qué frívola! Me da igual, porque ese Amor no dolería. Racionalizando el Amor podríamos disfrutarlo de igual manera cuando todo va bien, pero, y aquí viene el quid, también podríamos mandarlo a freír espárragos cuando se acaba la chispa, cuando viene la tercera persona o cuando se pierde porque sí. Y sin una heridita si quiera, oiga. ¡No me digan que no ganamos con el cambio!
El caso es que estaría bien teorizar sobre el tema. Y es que, al menos eso es lo que yo pienso, no hay ningún otro Sentimiento –con mayúscula- que provoque tantos sentimientos -con minúscula- como el amor. Fíjense que aquí el amigo Empédocles ya apuntaba maneras cuando decía que, dentro del Amor, puede surgir un odio que corrompe, disgrega y destruye. Pero tampoco me refería a eso. La verdad es que no sé muy bien a qué me refiero. Lo que me lleva a la conclusión obvia de que debería seguir investigando sobre ello.
Pero como ya dijera alguna lumbreras por ahí, “soy inteligente para saber cuándo soy una estúpida”. O cómo lo somos todos, porque todos caemos en el Amor no racional, quizás porque eso sea el Amor… Es un poco la idea de querer tanto a alguien que te dejas llevar sin atenerte a las consecuencias. Claro, evidentemente, no me estoy refiriendo a las historias que terminan bien, que ese es más el terreno de Platón y Empédocles, sino a las que no llegan ni siquiera a ser historias o a las que nos empeñamos en hacer casi imposibles. Y fíjense que ese es, ahora que lo pienso, un tema que reflejan perfectamente todas estas telenovelas que echan por la caja tonta, perdón, televisión, a la hora del Tomate: la visita que Carlos Alberto está a punto de hacer a Gabriela Abigail, pero que no hace, en el último momento, por orgullo; el ‘chisme’ que se cree Alejandra María en vez de escuchar a su prometido; la estupidez de Mariano José que se obstina en pensar que el hijo que espera su amor de toda la vida es del amante de Isadora María y la de ésta por dejarle que lo siga creyendo para quitárselo de la cabeza cuando ambos saben (bueno, en realidad, lo saben quienes ven el ‘culebrón’) que irremediablemente van a terminar juntos. Pero no sólo es cosa de ficción: son todas esas llamadas que estamos a punto de hacer y que no hacemos, porque preferimos pensar que así es mejor, son todas esas veces que tienes abierta la ventanita del Messenger y no escribes nada, son todas esas veces que hablas y hablas y gritas y gritas y no escuchas y piensas que es mejor dejarlo estar y no luchar más… son todas esas veces… ¡Esto no es racionalizar el amor! Esto es que duela. Esto es hacerse daño a uno mismo, muchas veces sin necesidad.
El caso es que estaría bien teorizar sobre el tema. Y es que, al menos eso es lo que yo pienso, no hay ningún otro Sentimiento –con mayúscula- que provoque tantos sentimientos -con minúscula- como el amor. Fíjense que aquí el amigo Empédocles ya apuntaba maneras cuando decía que, dentro del Amor, puede surgir un odio que corrompe, disgrega y destruye. Pero tampoco me refería a eso. La verdad es que no sé muy bien a qué me refiero. Lo que me lleva a la conclusión obvia de que debería seguir investigando sobre ello.
Pero como ya dijera alguna lumbreras por ahí, “soy inteligente para saber cuándo soy una estúpida”. O cómo lo somos todos, porque todos caemos en el Amor no racional, quizás porque eso sea el Amor… Es un poco la idea de querer tanto a alguien que te dejas llevar sin atenerte a las consecuencias. Claro, evidentemente, no me estoy refiriendo a las historias que terminan bien, que ese es más el terreno de Platón y Empédocles, sino a las que no llegan ni siquiera a ser historias o a las que nos empeñamos en hacer casi imposibles. Y fíjense que ese es, ahora que lo pienso, un tema que reflejan perfectamente todas estas telenovelas que echan por la caja tonta, perdón, televisión, a la hora del Tomate: la visita que Carlos Alberto está a punto de hacer a Gabriela Abigail, pero que no hace, en el último momento, por orgullo; el ‘chisme’ que se cree Alejandra María en vez de escuchar a su prometido; la estupidez de Mariano José que se obstina en pensar que el hijo que espera su amor de toda la vida es del amante de Isadora María y la de ésta por dejarle que lo siga creyendo para quitárselo de la cabeza cuando ambos saben (bueno, en realidad, lo saben quienes ven el ‘culebrón’) que irremediablemente van a terminar juntos. Pero no sólo es cosa de ficción: son todas esas llamadas que estamos a punto de hacer y que no hacemos, porque preferimos pensar que así es mejor, son todas esas veces que tienes abierta la ventanita del Messenger y no escribes nada, son todas esas veces que hablas y hablas y gritas y gritas y no escuchas y piensas que es mejor dejarlo estar y no luchar más… son todas esas veces… ¡Esto no es racionalizar el amor! Esto es que duela. Esto es hacerse daño a uno mismo, muchas veces sin necesidad.
A lo mejor estoy equivocada y lo que habríamos de racionalizar es el desamor. Racionalizar que el infinito no está al otro lado de tu cama, aunque lo sientas así. Racionalizar que el vacío no se debe sentir porque te falte esa persona, que hay más. Racionalizar la ausencia, el echar de menos. Racionalizar esta tristeza profunda que lo es tanto tanto que ya ni te impide llorar, ni sonreír, ni reírte a carcajadas, sólo te hace tener que parar de repente y coger aire, muy muy fuerte, para continuar caminando. Es eso, racionalizar esa tristeza profunda que te llena de vacío cuando apagas la luz e intentas dormir. Racionalizar los sueños.
Y ya veis, al final, es justo lo que no hacemos. Supongo que Mariajo diría que es parte del duelo. Aunque nadie se haya muerto.
No tengo remedio… empiezo abogando por la racionalización el Amor y acabo… en fin… habrá que seguir profundizando, porque está claro que hoy nada está claro.
5 comentarios:
Supongo que a veces hay que dejar la razón aparte y hasta perder la cordura para no volvernos demasiado locos...
Supongo que el desamor es una bolsa dorada con una gran m dentro y el amor una bolsa dorada vacía... no sé... estoy harta de todo este tema... de no encontrar la bolsa vacía...
Racionalizándolo tiene algún que otro problema. Amar crea determinadas redes neuronales que siguen ahí aunque la persona ya no esté, aunque todo halla cambiado... por tanto, sería algo tan simple como recanalizar la vía de este tipo de información o recuerdo o llámese como quiera... dicho así parece que lo más simple es cortar la vía, si tuviese espíritu en este momento me reiría..., por otro lado, racionalizándolo, amar no sería más que hacer lo posible para que la persona que nosotros creemos mejor puede satisfacer nuestras necesidades esté y se dedique a nosotros... lo cual es, como poco irrisorio... nuestras necesidades podrían ser satifechas por muchos más de los que desde luego amaremos y de los que estaríamos dispuestas a permitir que lo hiciesen... lo que cuenta es el interior (ahora sí que me carcajeo hasta sin espíritu para ello), pero a la hora de la verdad hay muchos interiores que se parecen bastante y al final no nos queda más que elegir y claro..., para qué conformarnos con lo que podemos conseguir, todos nos merecemos mucho más, nos merecemos que nos ame ese al que amamos, porque en el fondo nos creemos lo suficientemente especiales para ello, nos gusta creer que hemos sufrido lo suficiente para merecernos ese amor... el problema es que, no hay nadie ahí que de a cada uno lo que merece... de este modo, resulta que cuando nos damos cuenta ya ni siquiera reconocemos el mundo que tenemos alrededor, pero seguimos teniendo ese reflejo de destello de esperanza en aquel que debería darnos lo que tanto merecemos y procurar nuestra felicidad y bienestar, por supuesto...
En conclusión, dejémoslo estar lejos de la razón, no sea, que perdamos la última chispa de cordura que aún conservamos...
ss
con que redes neuronales, eh?
...
...
déjame pensar...
...
...
(los puntos suspensivos es que estoy pensando)
¡voy por un cuchillito afiladito a la cocinita!
me ayudas????? pero intenta no dejar mucha 'chafarría', vale? que más adelante quiero establecer una nueva conexión neuronal...
pero qué adorable eres!!!!
pues buscar un cuchillo afilado en nuestra cocina... tú busca, busca... si lo encuentras es que te has salido de nuestra cocina a la de otro...
y sí, es cierto que es muy similar al duelo, existen muchos duelos sin muertos...
ss
ES MUY LAARGO, PASO DE LEERLO ;pppp
Y no digas más playa ni mar, antipátida! ;)
lo bueno siempre tiene un precio...
el tamaño sí importa... y el mejor es el de siempre... grande y largo...
Publicar un comentario