30.10.07

un día cualquiera

Ha comenzado a hacer frío en Madrid.

No me gusta. El frío me pone triste. La lluvia me pone triste. La nieve me pone triste. El invierno me pone triste.

El aire está helado cuando sales del Metro a las ocho de la mañana. Hoy no estaba el abuelito en la puerta. ‘Espero que esté bien’. El cielo es gris. Se ve antes de comenzar a subir las escaleras. El chico que reparte los papelitos del chamán lleva el abrigo calado hasta los ojos. ‘Gracias’. El pelo se enmaraña a su antojo, las cabezas se vuelven del color de sus gorritos, las manos se quedan transparentes. Huele a café en el Starbucks. Enfilo la calle Leganitos. Veo mi reflejo en los ventanales de los edificios. Ya ha amanecido. La semana pasada aún sería oscuridad y el reflejo casi no existiría. Vuelve a oler a café y a churros y a porras. Hoy no hay palomas en la calle del Río. En el Casón del Tormes madruga un joven con aspecto impecable y maleta. Los obreros de enfrente llevan rato allí. El camión está parado entre ambas aceras, obligando a girar a los coches que bajan por Fomento. Todo es pausado esta mañana. Hasta mi subir la calle del Reloj. Hasta el rodar de las hojas secas calle abajo. No hay un alma. Estoy sola. Y te echo de menos. Pero ese echar de menos hondo, hondo, que te paraliza. Podría quedarme así para siempre. Sólo echándote de menos. Sin más. Sin menos…

Me gusta el otoño. Esta sensación de soledad que se hace añicos como el ocre de los árboles cuando las botas de los niños lo pisotean entre risas.

- Buenos días, Pepe
- Buenos días, doctora

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿y dices que necesitas un curso de escritura?¿para? en fin, en fin...

f. life!