25.10.07

Imprescindible, Gabo

A pesar de que el pasado sólo exista en tanto que reminiscencia desde el presente y el futuro directamente no exista, porque en el momento en que lo hace deja de ser futuro (supongo que esto es, en gran parte, lo que explica la fugacidad y terminalidad de la vida), sigo pensando que el ser humano en cuanto a tal está compuesto de recuerdos y sueños, es decir, de pasado y futuro, a pesar de todo. Y son precisamente los recuerdos los responsables, en un porcentaje muy elevado, de nuestros gustos. Por ejemplo, mi amor por don Gabriel proviene de hace años, pero se hizo incondicional al leer, en 1997, su discurso inaugural del I Congreso Internacional de la Lengua, celebrado en Zacatecas. En realidad, no pregunten por qué, porque a estas cosas no hay que buscarle razones, me quedé prendada de las dos primeras frases: “A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: ‘¡Cuidado!’”.

García Márquez forma parte de mi imaginario, de mi pasado, de mis recuerdos, de mi mesita de noche. Es curioso el entramado de relaciones que establecemos con ciertas cosas. Para mí, Lina Morgan es tan sinónimo de Noche Vieja (pero esa es otra historia) como el Gabo lo es de Héctor, de una clase de literatura con Emilia, del instituto, de una despedida, de una carta en la que me anunciaron que estaba enfermo (recuerdo haber llorado leyendo aquella carta)… El primer libro suyo que leí fue Relato de un náufrago; el último, Memoria de mis putas tristes, pero aún me quedan muchos, todos esos que forman parte de su colección y que por alguna extraña razón siguen en mi estantería, como quien no toca algo por miedo a que se rompa, como quien no leía más a Cortázar por miedo a que se acabase.

Indiscutiblemente el siete parece su número (también el mío, pero ésa es también otra historia) y el 2007 su año: ha cumplido 80, 60 escribiendo, 40 de soledad y 25 de Nobel. Redondo.

Terminaba su discurso: “El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: ‘¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?’ Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y, con tanto rigor, que tenían un dios especial para las palabras”. Yo también. Y es colombiano.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Es esta la forma adecuada de gastar el tiempo en el que se supone estás trabajando? ¿eh? ¿a ti te parece bien? ¿eh? ¿con el dinero de todos los españoles? ¿eh? a ver si nos ponemos a currar un poquito: que ya toca!!

:(

Anónimo dijo...

bonita

Anónimo dijo...

increible.se supera cada día. y eso que el de ayer era genial