12.1.08

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Sonó el móvil mientras conducía. Sabía que aquel infernal pitido no traería nada bueno. Delcolgó. La voz de la que aún era su mujer fue seca y tajante. Aquella misma tarde debía ir a recoger sus cosas. Había tenido la delicadeza de meterlas en cajas de cartón, así que le recomendaba llevar el coche.Pasaría entonces mismo.

Odiaba los teléfonos. Estaba convencido de que las noticias que viajaban a través de ellos nunca eran buenas. Le llamaron por teléfono cuando le dejó su primera novia, cuando le citaron para cumplir con su deber a la patria, cuando salió elegido para formar parte de un jurado popular, cuando se perdió su hija pequeña en unos grandes almacenes, cuando a su suegro le dio el infarto y cuando ingresaron a su hermana en el psiquiátrico. También cuando murieron sus padres. Estaba de vacaciones. Por teléfono le habían avisado de que su mejor amigo había tenido un grave accidente y de que su mujer se acostaba con otro. Los problemas con los distribuidores en el trabajo llegaban por teléfono. Incluso, la secretaria de dirección le comunicó por teléfono que el jefe quería hablar con él. Iban a despedirle.

Pensaba que nadie te llama para preguntar cómo te fue el día o qué piensas hacer el fin de semana, si no hay segundas intenciones implícitas.

Además, recordó, ese dichoso aparatito arruinaba siempre los sábados por la mañana. Como hecho a propósito, invariablemente sonaba cuando estaba a punto de poner los pies sobre la mesita del salón y leer el periódico. Como nadie en la casa descolgaba, él tenía que enfrentarse a solas a encuestas políticas, ventas de enciclopedias y sillones de masajes y enhorabuenas por haber ganado viajes o cheques en concursos en los que nunca había participado… Pero, sobre todo, lo peor de todo, eran esas vocecitas que te instaban a cambiar de compañía de teléfonos, de luz o de gas y que, ante tu negativa (lo único que deseabas era seguir con la lectura), te preguntaban, en tono duro, si lo que querías era seguir pagando más por el mismo servicio.

Camino de la que hasta hacía un par de semanas había sido su casa, determinó que en cuanto llegase a su recién adquirido pisito de divorciado se desharía del móvil. Lo tiraría por la ventana. Y nunca jamás volvería a cometer el error de instalar uno fijo.

El resto de su ropa, un par de cuadros que él había comprado, un equipo de música, el televisor del dormitorio, varios libros, su Black&Decker, algunas fotos de sus hijos y poco más. Pensó en lo poco que ocupaban materialmente los últimos nueve años de su vida.

Sonó el móvil mientras conducía. No tenía intención de descolgar, pero pensó que podía ser importante. No conocía el número. Resultó ser Rosa. Formaba parte del departamento de marketing de su antigua empresa. (Cayó en la cuenta de que tendría que buscar un nuevo empleo). Se había enterado de que acababa de separarse y se preguntaba si querría acompañarla a tomar una copa aquella noche. Ella también estaba divorciada y sabía que se pasaba mal al principio, le había dicho. Pero él quería acomodar su piso y colocar las cosas que ahora trasladaba en cajas. Quedaron en llamarse y acordar una cita. Como amigos.

Estaba sonriendo. Nunca creyó que encontraría una mujer tan pronto. Salió a la terraza a dejar las cajas vacías. Se acordó de que había determinado deshacerse del móvil. Pensó que si lo hacía no podría llamar a Rosa y el plan le apetecía mucho.

Le dijo al casero que no estaba interesado en instalar una línea de teléfono. Lanzó el móvil desde el noveno y esperó a verlo chocar contra el suelo. Aunque, al principio, le pareció que también a través de los teléfonos pueden viajar buenas noticias (la llamada de Rosa lo había sido), no se dejó engañar. Pensó que algún día ella lo llamaría para decirle que no quería verlo más.

Encendió el televisor y se dispuso a colocar los pies sobre la mesa del salón.

Sonó el timbre de la puerta...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

es cierto, aunque no para todo el mundo o no siempre al menos para algunos (sólo que no quieren darse cuenta)... pero en fin, tiene que haber de todo... yo por el momento soy arriesgada...ss

Anónimo dijo...

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Adijirja dijo...

Muy bueno!!! Si es que, por mucho que queramos evitarlo, del destino o de las "causalidades" no hay quien aleje... :))

Adijirja dijo...

Ja! Me he comido un "se"... esto es... "se aleje"...