30.12.07

Que la actriz de moda en Barcelona se presente por sorpresa en una fiesta para solteros en Nochevieja puede interpretarse de muchas maneras. Que llegue enfundada en un ceñido vestido negro y tacones de vértigo, se apoye sensual en la barra y pida un Martini bien frío (remarcando lo de ‘bien frío’) mientras te mira lasciva da muchas pistas. Pero que en un local apenas vacío esa misma actriz de ceñido vestido negro y tacones de vértigo finja un tropezón y derrame su copa en tu mejor traje sólo puede significar una cosa: quiere sexo. Al menos, eso pensaba yo cuando ella insistió en acompañarme al baño para limpiar el desaguisado.

Y no me equivocaba. El incidente sólo fue la excusa. Por supuesto, alguien como ella no estaba dispuesta a ‘bajarse las bragas’, literalmente, en el baño de un local de tercera rodeada de solteros que iban allí a aliviarse las penas en uno y otro sentido. Y, aunque su lenguaje y su comportamiento no se ajustaban a la imagen de diva que proyectaba, no estaba yo como para hacerle ascos a nadie. Y menos a ella. Mi esposa se había liado con un corredor de bolsa neoyorkino, motivo por el cual acababa de separarme, de perder el piso, el coche y la custodia de mi único. Estaba solo, en una fiesta para solteros en Nochevieja y tenía la oportunidad de comenzar el 2008 con la actriz de moda en Barcelona. Así que obvié el vulgar comentario y seguí idealizándola mientras ella secaba mi chaqueta con un trozo de papel de manos. Siendo sincero más que idealizándola, me encontré de repente imaginando la cara de mi compañero de oficina cuando le contase que había pasado la noche entre las piernas de la mujer cuyo póster decoraba su taquilla del gimnasio.

Ella metió su lengua hasta mi garganta. Sé que es una forma tan vulgar de comenzar a contar mi affaire como su comentario de la ropa interior, pero fue tal cual sucedió. Mientras me recuperaba de un primer round ganado por k.o., ella me miraba divertida y me proponía ir a su hotel a tomar las uvas. Si lográbamos coger un taxi, llegaríamos en un par de minutos, justo a tiempo de desnudarnos, abrir una botella de cava y escuchar las doce campanadas al ritmo acompasado de sus gemidos. Fui la envidia de todos los solteros allí congregados mientras abandonábamos un local que se había ido llenando desde que una calculada copa hiciese blanco en mi americana. Envidia no tanto por la belleza y popularidad de mi acompañante como por su sexo: era una mujer. Y ese era precisamente el objetivo de esa noche en aquella fiesta: conseguir una mujer. No importaba cual.

La ciudad era un hervidero. Mientras desesperábamos, ella de frío y yo de ansiedad, intentando conseguir un taxi, le cogí fuerte por la cintura. Supuse que eso sería lo que haría cualquier galán de cine si estuviese en mi lugar. A ella no pareció importarle demasiado y, despreocupada, siguió buscando entre el caos circulatorio una luz verde que nos llevase a nuestro destino.

Dimos la bienvenida al nuevo año en el hall de su hotel.

- Mejor, eso nos ahorrará los prolegómenos

Esperamos a que bajase el ascensor. Desde la sala de al lado nos llegaban los ecos de felicitaciones y buenos deseos mezclados con desagradables ruidos de matasuegras y explosiones descontroladas de confetis de colores. Ella jugueteaba a desanudarme la corbata y me desabrochaba los botones de la camisa. Y yo me dejaba hacer. Para cuando llegamos a su habitación sólo conservaba los pantalones. La cremallera de su vestido, que se había resistido durante la ascensión, había cedido y ahora dejaba ver toda su espalda al descubierto. Mientras me besaba apasionada junto a la puerta de la entrada, ya cerrada, yo imaginaba cómo sería hacer el amor con ella…

Que la actriz de moda en Barcelona se presente por sorpresa en una fiesta para solteros en Nochevieja puede interpretarse de muchas maneras. Que llegue enfundada en un ceñido vestido negro y tacones de vértigo, se apoye sensual en la barra y pida un Martini bien frío (remarcando lo de ‘bien frío’) mientras te mira lasciva da muchas pistas. Pero que en un local apenas vacío esa misma actriz de ceñido vestido negro y tacones de vértigo finja un tropezón y derrame su copa en tu mejor traje sólo puede significar una cosa: quiere sexo. Al menos, eso pensaba yo mientras por la tele presentaban el tráiler de su última película.

Mi esposa se había liado con un corredor de bolsa neoyorkino, motivo por el cual acababa de separarme, de perder el piso, el coche y la custodia de mi único. Me había puesto mi mejor traje. Era Nochevieja y estaba invitado a una fiesta para solteros.

1 comentario:

Nacho Sánchez dijo...

este texto me ha puesto y me ha hechp pensar...


no sabía que me habías contestado a una publicacion de mi flog en tu blog el día 7.2.08 des-cafeinado


me gusta mucho que me contestes como lo haces