23.10.07

ser madre, esa extraña profesión

(Hablando de un máster en comunicación política)

YO: Bueno, por querer… hay un máster en comunicación política de El Mundo y la Carlos III que pinta bien…
MA: ¿Y por qué no haces ése en vez de el de Periodismo de la Complu?
YO: (‘ojoplática’) porque vale una pasta????
MA: ¿Y cuánto es una pasta para ti?
YO: Pues debe rondar los doce mil eurazos, cantidad de la que, de momento, no dispongo… Ya ves, es que mi gasto en bolsos ha sido esta temporada más elevado de lo común (mi padre siempre tiene la misma excusa para mis problemas de liquidez)
MA: ¡Qué graciosa! Si quieres hacerlo y lo ves bien, te dejamos el dinero, porque si te lo damos no lo ibas a querer, orgullosa…


Creo que mi madre me sigue malcriando a estas alturas… eso o se siente culpable por algo… porque eso es muy de las madres, digo, lo de sentirse culpables eternamente por un descuido, al que sólo ellas consideran como tal, dicho sea de paso, en algún momento remoto de nuestra infancia y/o adolescencia. Y con lo de “descuido” me refiero a que se perdiese tu ensayo general de la enésima obra de teatro que representaste en tercero, porque tenía que ir al hospital a cuidar de tu abuela o que no pudiese ir a recogerte al colegio el 5 de mayo de 1985, porque se había puesto de parto o… busquen la excusa que quieran, seguro que ustedes también tienen millones. No sé por qué, pero las madres siempre recuerdan esas cosas. Y váyase usted a saber qué extraño mecanismo las lleva a pensar así. Es otro tipo de raciocinio, eso está claro, que supongo sólo se adquiere con la condición de madre… Al menos, eso dice la mía: ‘cuando tengas hijos, lo entenderás’.


Porque, ¿quién no tiene una madre así? Mi hermana se queja de que cuando está en casa los domingos, en ese momento en que estás a punto de despertar, pero te resistes a ello, de repente abre los ojos y allí está ella, observando cómo duerme, recostada sobre el marco de la puerta, con una sonrisa. Mi hermano se queja de que, antes de salir de casa, siempre le diga ‘ten cuidado’ y ‘llama cuando llegues’. Ella dice que preocuparse por sus hijos es su trabajo y tiene que hacerlo bien. Pero, aunque nos quejemos, está genial eso de tener una madre así, que cuando estudiabas para selectividad te trajese a la habitación un vaso de leche y un trozo de chocolate, aunque a ti la leche así sola, tan blanca, no te guste, o que se sentase contigo a hacer los deberes o, incluso, que ahora, cuando vuelves a casa, cada vez que te la cruzas por el pasillo, te diga con cara de corderito degollado: ‘Anda, dame un abrazo, que estoy falta de cariño’. Porque esa es otra, el chantaje emocional tan sumamente elaborado que desarrollan cuando ellas son las que quieren algo merecería un tratado histórico-filosófico-psicológico, y algo más. A veces, lo echo de menos…

1 comentario:

Món dijo...

Me pregunto si dejó el orgullo a un lado y ahora estudia el master de El mundo. Mmmm espero conocer la respuesta, mientras, le dejo un abrazo fuerte, apretado, y mis mejores deseos de que su madre siga siendo tan madre y usted tan hija.

Beso desde México