5.10.07

5 de octubre


Ma belle:

Esta vez no voy a abandonar París de inmediato para salir a tu reencuentro. Tampoco a tu rescate. Como la primera vez que dejaste de escribirme porque alguien a tu lado había dicho que ‘tres años es demasiado’. Cuando llegué a Madrid, muerto de miedo (porque no eres tú de las que rompen contratos y lo nuestro, en parte, lo era) te abracé tan fuerte que tuviste los ojos abiertos de par en par toda la noche. ‘¿Demasiado para qué?’ ‘No sé’. ¿Te acuerdas? Ma petite petite fille, ahora te conozco demasiado bien como para saber que el suicidio sería demasiado escandaloso para ti. Escandaloso y cobarde. Y tú no eres así, por mucho que te empeñes en decir que te invento o que, desde hace seis años, no tienes más esencia que las palabras que me escribes cada día. Que me escribías cada día.

Imagino que algún extraño tipo de orden ha de haber entrado en tu vida para que hayas vuelto a tomar la determinación de romper nuestro pacto de sellar un sobre cada día. ¿Qué ha sido esta vez? ¿No te gusta octubre? ¿No ha parado de llover? ¿El libro sigue empapado? (Si es eso, no te preocupes, tengo miles) ¿Ha vuelto la mariposa nocturna y no puedes parar de mirarla? ¿Te has quedado prendada de la luz de la farola del edificio de la calle de al lado? ¿Te has enamorado de unos ojos en el trayecto de metro y ahora no puedes parar de perseguirlos? ¿Has decidido hacerme caso (otra vez) y mirarte hacia dentro, muy dentro, tanto que te has quedado allí? Me encantan tus absurdos. Confieso que me desconciertan y que, alguna vez, me asustaron, pero ya no. Son parte de tu ser y de mi recuerdo de ti. Ya hasta me hacen mucha gracia. Desde que ayer el cartero no llamó al timbre, pensar en qué has de estar pensando tú se ha convertido en mi pasatiempo favorito.

Aún no he conseguido pintar nada que no me remolque hasta lo que hablamos hace algunos meses. He hecho decenas de bocetos y sigo sin poder plasmarlo para poder abandonarlo después y continuar con mis encargos. Me decías que los sueños, como los besos, hay que salir a buscarlos. Y me convencías, como sólo convence quien espera en el sillón de su casa a que alguien la quiera como lo hace ella ¿Sabes? Tengo una nueva musa. Se llama Dadou y en sus ratos libres es poeta (dice, mientras sonríe burlona, ‘il me plaît de jouer avec les mots’). Vino ayer y le conté lo de los besos. Dijo que tenía que irse. Vi en sus ojos los tuyos. Os llevaríais bien.

Hoy París no te gustaría. Doce grados, nublado y un ambiente tan húmedo que se mete en los huesos. Nunca entendí por qué decías que a París hay que venir en otoño. Aún te espero.


A bientôt, ma belle!

No hay comentarios: