25.9.06

Anoche hablaba con alguien sobre medicina y un viejo, muy viejo sueño de ser pediatra, que después cambié por una pluma y fracasos dignos del mejor de los brindis en el peor de los antros. También ayer, le contaba a Mariajo historias de tranvías y librerías antiguas, de vueltas al pasado, de las que se regresa triunfante (por una vez) que bien podrían formar parte de tertulias en cafés tumultuosos. ¿Casualidad? No sé. Puede... Últimamente empecé a acostumbrarme a las sorpresas que da la vida. Tanto, que cuando pasa un día y no aparecen, también me sorprendo...

Hoy las casualidades llenaban la boca de Ángel Luis después de levantarse de otra caída. Médico jubilado prematuramente (como todos, añadió), de la antigua escuela, me dijo. Aunque esto yo no lo entendí. Él sonrió: Eres muy joven. Emeritense obligado por sus hijas a vivir en el Madrid de su juventud desde que murió su esposa. Ciudad Universitaria-Moncloa. Caminamos bajo un sol radiante que templaba nuestros cuerpos. Me contó de amores pasados, de su María, de los viajes en tranvía camino de la facultad, de lecturas en cualquier banco, de otras épocas, de otras batallitas con finales repetidos que ya escuché alguna vez.

Tendrás suerte, haz caso a este viejo.

Le sonrío mientras me alejo y le digo adiós con la mano.

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