5.8.08

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Esta mañana, nada más levantarme después de no haber pegado ojo en toda la noche, leí algo sobre el miedo que se instala en el estómago y desde ahí él ordena y manda a su antojo; sobre ese cosquilleo interior que te quita el sueño y poco a poco la vida; sobre esa sensación que te hace creer que la cabeza te va a estallar y que, al no poder hacerlo, te agua los ojos y hasta las sábanas. Me reconocí en esa sensación, pero mi general simpleza vital me llevó a interpretar a mi manera: yo no tenía miedo, sólo un horrible dolor de estómago provocado por la ingesta masiva de helado de chocolate belga, droga habitual cuando empiezo a ver la vida de color de hormiga. Ese era el motivo de mi insomnio.
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Supongo que, a veces, también sucede que esa misma simpleza vital me lleva al autoengaño. Sí, para qué negarlo. Vivo autoengañada en mis felices mundos de Yupi, sonrío porque quizás no sé hacer otra cosa, no pienso más allá porque quizás sea mucho más cómodo, creo en la gente, me enamoro a simple vista y me compran para siempre con un bocadillo de tortilla de patatas y un paseo por Madrid. Cuando todo eso ya no ocurre, lo disfrazo de orgullo, de indiferencia, hasta de azar. Y puede que sólo sea miedo: miedo a las cosas que terminan, a echar de menos, a la nostalgia, pero también a las cosas que llegan, a los cambios, al trabajo, a la búsqueda infructuosa de piso. A la vida.
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Aún así, prefiero la palabra incertidumbre. El miedo siempre me dio mucho miedo.
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

y qué bien se vive ebn la ignorancia.



p.d.: ya somos dos.



Buenos días!

skldá dijo...

¿Qué pasa al final con los portazos?¿Quién debería darlo antes?

Disfruta de todo lo que puedas arañar... los fantasmas no dan mucho de sí te lo aseguro...

No sé, no tengo muchas fuerzas últimamente para ofrecer consuelo ni para nada... pero en fin, ya sabes por donde me suelo dejar caer...

ss

Adijirja dijo...

(En este momento, me vienen a la cabeza Isma y Pedro Guerra).
Creo que hay que saber gestionar el miedo. Es bueno tenerlo, de vez en cuando. Miedo a la pérdida, para poder valorar lo que tenemos. La incertidumbre es más llevadera. Al menos, no pesa tanto.