1.3.07

Aquel verano del 52...

Mi querida Emilia,

te escribo esta carta con el pesar de las arrugas sobre mi frente, con el dolor de saberme solo a cada paso de la manecilla, con el temblor de unos dedos que apenas sostienen una pluma tan vieja como ellos. Te escribo esta carta porque así te recuerdo, porque así te siento... Creo que he llegado demasiado tarde a todo, a la vida, al amor, a darme cuenta de los errores. Incluso a la muerte. Y ahora ya me ves, me consumo aquí sentado, sabiendo que ya nadie llamará a mi puerta, que ya nadie recuerda mi nombre, que nadie acariciará mi pelo blanco el momento antes de partir. Solo. Con mis recuerdos. Con tu recuerdo. Solo porque el mundo me abandonó en el mismo momento en que yo lo abandoné a él. Y cuando me di cuenta ya era tarde. Como siempre. Y ahora tú te has ido. Y por segunda vez no te despides. Y por segunda vez yo no quiero verlo. Como aquel verano del 52...

Imaginé tu mano diciendo adiós... la imaginé porque no quise verla... cerré los ojos porque así desaparecía, no existía, no era, no sucedió... pero los abrí... y ya no estabas... Y no creas, no me importó. Mandé el mundo al diablo y me hice fuerte, tanto que ya no hubo nada ni nadie que pudiese romper el muro. No volví a amar. Besé a muchas mujeres, las hice mías en noches de pasión despechada y por la mañana volvía solo. Y tampoco me importó. No volví a escribir cartas, ni a hacer regalos, ni a pasear por el muelle, ni a robar flores de los jardines, ni a trepar hasta las ventanas, ni a saltar vallas para ver a un gran amor. Solo.

Espero que la muerte me dé una nueva oportunidad. Quiero volver a ver tus ojos negros y recogerte el pelo con el broche que iba a regalarte cuando te marchaste aquella tarde... de aquel verano del 52.



Tuyo siempre, Miguel

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿¿¿Y estoooo???

Con lo alegre que parecía esta niña esta mañana... Le prohibo los cuentos de buenas noches tristes... al menos... hasta el miércoles que viene...

Besos!