30.10.08

21 días

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Escucho a Ariel a través de La ventana, que griposo nos traslada al año 41 y nos regala a T-Bone Walker. I Want A Little Girl. Sobre la mesa el móvil, una botella de agua medio llena o medio vacía y una taza con chocolate reseco. Hace frío, fuera ha oscurecido y el viento azota con fuerza las copas de los árboles. Para verlo tengo que girar la cabeza, para sentirlo me basta con mandar mis nervios a los pies. Están helados. Pienso en que cada vez hay más libros, cajas y papeles amontonados a mi izquierda, a mi derecha, encima de la cama, de la mesita de noche.
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Ha terminado la canción. Gemma pide a los que se hayan emocionado con ella que llamen al 905116060. Yo sigo escuchándola.
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Cuando regreso de mi ensimismamiento me doy cuenta de que ha terminado, de que lo que suena es Agua Viva, que hicieron canción un poema de un Alberti del que apenas se habla ya.
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21.10.08

razón 25



"Es extraño, pero creo que no me doy cuenta de la cantidad de veces que pienso en ti al cabo del día"

Reciprocidad, mutualidad, llámalo X.

19.10.08

las tardes de domingo nunca son lo que parecen

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He comenzado la tarde leyendo a Elvira Lindo y eso ya supone un cambio casi radical en mi vida. Por lo general, no me gusta demasiado cómo escriben las mujeres y Elvira Lindo no es una excepción. De hecho, es casi lo contrario. Pero hoy, porque las tardes de domingo nunca son lo que parecen, el título de su texto me ha llamado la atención: "La nostalgia ya no es lo que era", dice. Nada más empezar a leer me corroboro a mí misma. No me gusta cómo escribe. Creo que tiene mucho que ver con que no comparto su manera de entender la vida. O a lo mejor lo que no comparto es la manera de escribirla. La nostalgia es lo que cada uno queremos que sea. A ella le da vergüenza, eso dice. A mí la nostalgia me provoca y produce nostalgia. Y, a veces, me gusta y otras veces me hace daño, pero nunca me da vergüenza. Puede que lo haga la edad o el dinero o la experiencia o... No sé. El caso es que he leído su artículo entero y algo muy bueno he sacado. Por sorpresa, guiada cual Teseo por Ariadna, me he encontrado con algo que sí merece la pena: el blog de Roberto Álamo, con sus fotos, pero, sobre todo, con sus textos y he de decir que me encanta. Será porque él no es una mujer.
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Hoy no pienso demasiado. Nunca, pero hoy menos. Me dejo llevar, mientras escribo, al son de Ahmad Jamal y su It ain't necessarily so. No sé qué significa, ni siquiera si lo he escrito bien, pero tampoco me importa. Me viene a la memoria un primer día de clase, un 3 de octubre creo y curiosamente (ahora caigo en la cuenta y las casualidades me hacen sonreír, ironías de la vida), de hace tres años y un blog y las cosas a las que nos llevó. Cómo se cruza y descruza la vida. Nostalgia y vuelta a sonreír.
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8.10.08

vida

Porque, a veces, las canciones nada tienen que ver con cómo nos sentimos y aún así nos erizan la piel, supongo que por lo que significan o significaron. Porque, a pesar de todo, también está bien de repente meterse un miércoles por la tarde en la cama a ver pasar las nubes a través de los cristales, a pensar, por las veces que no lo hacemos, en cómo sorprende la vida, en cómo Madrid es capaz de reinvertarte cada día, en cómo cambian los rumbos, en cómo se dispara el timón y la brújula deja de señalar al norte, simplemente porque no quiero que señale al norte.

Quizás soy feliz con tener a mi gente alrededor; porque mi hermana llega de clase contenta y nos vamos a hacer el tonto con Mariajo al parque de detrás; porque por dentro y por fuera de la verja hay columpios en los que casi rozo el cielo con la punta de los pies; porque el presidente del tribunal dijo que mi tesina era una muestra de amor a la literatura, al café y a Madrid y porque mi tutor estuvo allí para darme ánimos y después me mandó un correo para felicitarme. Por tantas pequeñas cosas. Sí, soy feliz, porque no necesito nada más. Porque confío en lo que tenga que venir. Porque sé que las cosas salen, antes o después.

Me gusta, me gusta esperar a la vida a pesar de todo.

Me gusta pensar en ti, ahogarme en ti, tenerte cerca, sentir tu lengua posada en mis labios y tus brazos cercando el no-espacio que resta entre nuestros cuerpos cuando me miras y yo te miro y no existe nada más. Me gusta perderme contigo en el Retiro bajo una sudadera y encontrarme en las calles de Madrid y que me digas que volverás en un viejo café de Lavapiés.

Quizás sigo perdida, quizás me gusta seguir perdida. Es otra forma de ver el mundo, ¿no?

2.10.08

de botoncitos

Dice Mariajo que si tuviésemos un botón para volver hacia atrás en el tiempo, lo habríamos roto de tanto usarlo. Pero yo no estoy de acuerdo. Es más, creo que mi botón estaría en un estado inmejorable. Supongo que no siento esa necesidad de volver al pasado para cambiar el presente. No es que el mío sea una maravilla, todo lo contrario, es bastante normal, pero es el mío, es el que yo he ido decidiendo y supongo que, por mucho que quisiera, si volviese atrás, volvería a hacer exactamente lo mismo que ya hice. Soy cabezota hasta para eso. Aunque, la verdad, no estaría de más regresar de vez en cuando, sólo un ratito y sólo para mirar por un agujerito, como quien espía por el hueco de la cerradura, cómo éramos, para no olvidar qué nos movía ni a la gente importante que pasó por nuestras vidas. Bueno, puede que sí, que, a veces, sí fuese inevitable dar al botoncito para retomar algunas charlas o para dar algún que otro beso de buenas noches más, pero no creo que por eso fuese a romperse, ¿no?

Pienso en todo esto mientras escribo en un portátil a punto de perder el pequeño hilo de vida-batería que le queda y tomo café. Estoy en la cafetería de la facultad de psicología, he acompañado hasta aquí a mi hermana. Es su primer día y esto me trae muchos recuerdos, tantos que miro absorta a mi alrededor como si todo fuese nuevo, sólo que, a diferencia del resto, yo veo otras caras y escucho otras conversaciones de hace tiempo. Recuerdo aquí mi primer día, el cosquilleo en el estómago que producen las cosas nuevas, recuerdo a Mónica, a Lucía, a Ana, a Yurena, a Marta, a Rodrigo, al chico argentino y pienso en la suerte que tuve y que tengo de conservar a la mejor gente de todo aquello. Pienso también en las veces que vine aquí a tomar café con Mariajo y Puri los viernes por la mañana mientras en la barra Diego y Emilio charlaban y yo buscaba a un chico rubio con la mirada, aunque nunca lo encontré.

Pienso en mi hermana y espero que sea aquí tan feliz como lo fui y lo soy yo. Pienso en el nuevo piso en el fin del mundo, en cómo hacer la presentación de la tesina, en nuevos temas para escribir, en qué hacer a partir del martes, en encontrar un trabajo, sea cual sea (cada vez tengo más claro que casi no me importa, no quiero vivir para trabajar, sólo trabajar para vivir), en nuevos viajes contra la crisis… Pienso en hipotecar unos cuantos cartones con que construirme una casita en el Retiro al lado de otra casita de cartones, pienso en mañana (hoy ya), en ti y en seguir sonriendo como lo hago ahora. Pienso en que sigo siendo feliz a mi manera, que después de todo es la que importa.

No, no creo que mi botoncito se rompiese de tanto usarlo.
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