30.7.08

y tú, ¿qué estás esperando?

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Nos pasamos la vida esperando.
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Esperamos la hora de nacer, a que nos salgan los dientes, la primera palabra, el primer cumpleaños, un hermanito, la mañana de Reyes, al Ratoncito Pérez, el primer día de cole, la primera obra de teatro de Navidad, el primer amor, el primer beso, el primer día de instituto, la primera ruptura, la primera vez, la Universidad, el metro, el bus, el primer trabajo, el primer sueldo, el coche, la casa, el novio formal, la boda, el primer hijo, el segundo, el tercero, los papeles del divorcio, las vacaciones, los nietos, la muerte.
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Puede que aún no sepa cómo se juega a eso de la vida, pero no quiero sentarme a esperarla...
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29.7.08

regresiones

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Porque, a veces, es bueno mirar bien adentro
aunque no se sepa qué sentir.
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Porque, a veces, es bueno volver.
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28.7.08

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Porque eran mi pijama y mi hermano favorito
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25.7.08

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Había caminado tantas veces en el filo de la navaja, había tentado tantas veces de aquel modo al destino, que sentir en su piel la tristeza de aquella noche no le suponía extrañeza alguna. Es más, le reportaba cierta falsa sensación de tranquilidad: su respiración era normal, los latidos de su corazón nacían y morían acompasados y sus músculos no estaban tensos por primera vez en días, pero, en el fondo, sabía que eso no era más que el presagio de lo que estaba por llegar. Como ese último momento de serenidad absoluta del moribundo. Inmerso en pensamientos vagos, casi inconsciente por el calor y tratando de ignorar el sudor helado que le caía por la espalda, cruzó las calles del pueblo. Siempre buscando la oscuridad, la soledad. Evitando los lugares más concurridos, la plaza, la verbena, la terraza del único bar. No sabía hacia dónde iba. En su deambular, había perdido el control de su cuerpo, ahora eran sus pies los que dirigían a su cerebro y no al revés. De lejos llegaban las notas de una vieja canción. Una voz de mujer, pero no supo reconocerla. Quizás porque ni siquiera se paró a escuchar. Sus pies mantenían firmemente el timón mientras torcían en las esquinas. Siempre le había molestado no recordar algo, esa sensación de saber sin saber. Se hizo fuerte, retomó su cuerpo y se paró bruscamente a la entrada de un callejón mal iluminado. La canción estaba a punto de terminar. Ya sólo se oían los últimos acordes de un saxo. Respiraba muy rápido, su corazón le golpeaba con fuerza en el pecho y sus músculos no se movían. Brilló el filo de la navaja. El destino había vuelto a ser retado. Por fin reconoció la canción. Como ese último momento de serenidad absoluta del moribundo...
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22.7.08

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Dicen que la memoria no es un registro del que uno se pueda fiar, que a veces falla y crea hechos que nunca existieron. Manipulación, supongo, como forma de enfrentar el mundo y la propia vida de una manera diferente. Existen fotografías, vídeos, historias en bocas ajenas que hablan de esos instantes eternos, pero supongo que eso también es manipulable. Cada uno lo hace inevitablemente a su antojo y el resultado global sigue siendo mentira. Al menos, media verdad. No lo digo yo, lo dice Harald Welzer, un psicólogo social alemán: Toda nuestra vida es un invento. Viene siendo aquello de que algo no es lo que pasó, sino lo que se recuerda de ello. Ya lo dijo también García Márquez.

O lo que inventamos.

Probablemente por eso te sigo echando de menos a veces y a pesar de todo. O puede que aún algo te quiera y esto de la fragilidad y la maleabilidad de la memoria no sea más que una excusa.

Excusa o no, invención o no, mentiras o medias verdades, el caso es que tardes, noches como ésta en las que deseo los cambios que hayan de venir con todas mis fuerzas me acuerdo de ti, de los besos que nunca dimos, de los bocadillos de tortilla de patatas, de las miradas cómplices, de las ciudades en las que casi nunca sucede que alguien te diga que te quiere… y me pregunto si todo eso existió o es sólo un engaño de mi mente.
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21.7.08

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El pesimismo y el optimismo son resultados orgánicos como las buenas o las malas digestiones
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El árbol de la ciencia. Pío Baroja

20.7.08

[estación de autobuses]

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Kilómetro cero - Ismael Serrano
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15.7.08

Cama para uno [part XVI]

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El suave golpe mitad madera mitad metal al cerrarse tras su espalda puso el punto final a la historia de la chica cobarde de la maleta de cuero marrón. Con el golpe se esfumaron de repente las dudas, el miedo y la temida rutina. Al fin y al cabo, el amor, cuando es amor, no puede ser monótono. Como no pueden ser monótonos los besos, ni las notas en la puerta de la nevera, ni los desayunos del sábado.
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Lo que pasó al otro lado de aquellas paredes es un secreto. La imagen de una puerta cerrada sólo nos permite imaginar, especular con sueños, con llaves repetidas, con cepillos de dientes de uno en uno, con faldas que hacían de capa de superhéroe y de fina manta de siestas a mediodía. Pero ésa es ya nuestra historia, no la suya.
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Dejémosles, como dijo alguien, haciendo el amor eternamente, fundiendo las fotos que aún quedan por hacer sobre un edredón de Ikea, escribiendo 'te quiero' en el vaho que cubre el espejo, encontrándose en otro cuerpo que no pueden más que reconocer como propio. Porque al final el amor es egoísmo compartido a la mitad por dos almas que han robado a la otra la esencia efímera del existir. Eternamente.
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Probablemente en este instante dibujen la X del mapa sus cuerpos desnudos. Su tesoro era el otro. Ahora tienen todo el tiempo del mundo por delante.
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Porque las historias de amor como las que él contaba siempre terminan bien.
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14.7.08

Cama para uno [part XIV]

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Sin duda aquella era una ciudad lo suficientemente ruidosa y heterogénea como para que una pareja pasase desapercibida a los ojos del mundo en un café. Tanto que nadie se dio ni siquiera cuenta de que él se había marchado y de que ella seguía allí, impasible, absorta, removiendo el café en un sin-sentido indeterminado. ¿Has pensado alguna vez que los deseos pueden proyectarse en los círculos concéntricos que se forman en la espuma del café? Creo, por lo que contaba aquel personaje que los observaba de cerca, que ella debió sentir algo parecido, porque obstinada siguió y siguió dando vueltas al frío metal durante quién sabe cuánto tiempo.

Generalmente, se trata de deseos que, por una razón u otra, no dependen de nosotros, sino de otras personas y que tienen que ver con eso que algunos llaman el alma. Esos deseos necesitan una ayuda exterior para salir y dejar de autocrearse y autodestruirse una y otra vez. Es como si la taza fuese una muralla. Los deseos están presos en ella y lo más que pueden hacer es girar de adentro afuera y de afuera adentro. ¿Pero qué pasa si esa taza se rompe? Los deseos se desparramarían por la mesa. Sólo así, con esa ayuda externa que haga caer el muro, serían libres.

Lo único malo de todo esto es que no siempre la taza se rompe.

Pensó que lo mejor sería irse a casa. Vivía relativamente cerca de Lavapiés y la noche parecía apacible, así que decidió ir andando. Por el camino haría cábalas y lanzaría piedrecitas para que, si él se decidía a volver, las fuese recogiendo y no se perdiese. Pagó los cafés y salió. La ausencia del sol había suavizado un poco la temperatura, aunque del asfalto subía un calor ahogadizo que le hacía desacompasar su respiración. Recordó la historia de la chica de la maleta marrón mientras cruzaba las calles. Imaginaba una cama para dos, con interminables desayunos los sábados por la mañana, una cama para dos en la que la rutina nunca permitiese que faltasen los besos de buenos días ni los besos de buenas noches, una cama para dos… Le hacía gracia sorprenderse pensando en él de aquella manera y no saber contestarle a una pregunta tan simple como ¿quieres? No creía que estuviese enfadado. Probablemente se habría marchado porque no tenía más que decir. Ella era consciente de sus miedos, todo el mundo tiene derecho a tener miedo, pero su huida no había ayudado a despejarlos.

¿Tan difícil hubiese sido decirle que las historias de amor como la que él contaba siempre terminan bien?
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tráfico de sueños

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Me gusta traficar con sueños. Es como ese último resquicio que le queda al ser humano para hacer algo que no está bien o que cree que no está bien, pero sin hacerlo o sin tener que enfrentarse a las consecuencias de ello. Soñar, digo. Y traficar. Pero sólo con sueños propios. Me pone de mal humor que quieran hacerlo con los míos. Así, sin más. Soy piscis, alguna vez lo dije, lo escribí. El otro día leí que en la fantasía erótica de toda piscis que se precie aparece un bombero. Y no es que yo diga que un bombero al año haga daño, pero se me ocurren planes alternativos infinitamente mejores. Pero bueno, no son horas. O sí. Me he despertado con cierta nostalgia en la comisura de los labios. El teléfono me ha levantado de la cama antes de las ocho y media. Será que aún me quedaba un rato por soñar, por traficar contigo. Te cambio mis sueños por los tuyos.
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En otro orden de cosas y puesto que anoche di un gran paso y de ameba me convertí, por fin, en lombriz de tierra (mira que estar orgullosa de esto tiene su gracia, aunque yo creo que las amebas siguen siendo amebas siempre, como lo de la mona que se viste de seda)...
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Sea como fuere, reflexión para hoy:
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Ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: la abstención y la contemplación indiferente de todo o la acción limitándose a un círculo pequeño. Es decir, que se puede tener el quijotismo contra una anomalía; pero tenerlo contra una regla general es absurdo
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El árbol de la ciencia. Pío Baroja
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13.7.08

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- Me mentiste
- ¿Por qué?
- Me dijiste que en una hamaca uno no se puede deprimir



12.7.08

sábado

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Dicen que en Madrid tocamos a un poco más de una rata por habitante. La media ha de parecernos aceptable, sobre todo, si la comparamos con las veinte de Lima o a las ocho de Nueva York.

Lo sé porque lo dice Javier Lorenzo. Más bien él lo escribió antes de ayer, la gente pudo leerlo ayer y yo lo hago hoy. No me apetece bajar a buscar el periódico, algo que casi todo el mundo hace un sábado cuando va a comprar el pan o viceversa. Pero yo, cuando estoy sola, como es el caso, no compro pan, con lo cual bajar al quiosco se convierte en un acto totalmente intencionado que esta mañana no me apetece en absoluto. Así que desayuno con los periódicos de ayer, con inmigrantes que vienen en pateras y que han perdido a sus bebés por un sueño que no sé si, antes ya de la tragedia, merecía la pena, con Judith R. Cohen, con el presupuesto que se dedica a luchar contra la violencia de género…

Con eso y con Millás, que hoy, casi como siempre, me da qué pensar. Dice, mencionando a T.S. Kuhn y La estructura de las revoluciones científicas, que “mientras no hay un paradigma de recambio conviene funcionar con el antiguo, aunque se sepa erróneo” y lo aplica a la retirada del crucifijo en las tomas de posesión de los ministros, a las bodas por la Iglesia. Yo me pregunto si eso también me servirá contigo. Si así funciona el amor.

Pero reflexionar acerca de esto supone, como bajar al quiosco a buscar el periódico, un acto intencionado que hoy tampoco me apetece. Después de todo ni soy de grandes reflexiones ni de leer los libros de instrucciones. Dicen que las cosas importantes de la vida no tienen diez pasos en cadena de montaje.

Y ya ves, nunca me gustó salir de un bar y que ya fuese de día. No se me ocurre un lugar mejor para amanecer que contigo entre las sábanas una mañana como ésta.

11.7.08

el equilibrio es [im]posible


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Al contrario de otra manera…

Es la frase con la que me ha definido mi hermana este mediodía por teléfono. Me pregunto si el hecho de llegar estas palabras que, a priori al menos, no tienen sentido a través del cable cambia la perspectiva. De hecho, me pregunto qué ha querido decir exactamente, pero ni ella sabe explicarlo. Así que hemos convenido que sí, que puede ser cierto, que soy al contrario de otra manera, pero que hay que definir claramente el concepto antes de irlo soltando por ahí a la ligera. Bueno, esto último lo he decidido yo, lo de definirlo, porque mi hermana se cansó enseguida de discusiones semánticas que no le aportan nada, máxime cuando tenía delante un plato de garbanzos, y pasó el auricular a mi padre.

Mi padre es un tipo que (casi) siempre está de buen humor, al que le encantan los niños y que adora a su familia por encima de todo. Y cuando digo familia es familia, así en el sentido más amplio de la palabra. Que de repente aparece una sobrina nieta de mi abuela que en el año pum hizo no sé qué cosa… pues de la familia… que el que aparece es un primo segundo o tercero o cuarto que cuando era joven siempre iba al pueblo en verano (a comerse la matanza, dicho sea de paso, que en los pueblos antes –y ahora- de buenos eran tontos), pues de la familia. La verdad es que a mí esas cosas me repatean bastante, porque la gente de fuera, ‘los madrileños’, adjetivo con el que de forma genérica se califica a todo bicho viviente, vivan en Madrid, en Barcelona o en Valencia, que aparece en el pueblo en verano, se aprovecha muy mucho de la buena voluntad de la gente de los pueblos. Antes y aún. El caso es que todo lo malo que en agosto sucede por allí tiene un culpable claro: que el agua llega con menos presión, culpa de los madrileños; que el microondas no calienta el café como debiera por las mañanas porque también la luz se resiente, culpa de los madrileños; que los currantes no pueden dormir por las noches porque todo el mundo se sale a la calle a tomar el fresquito y a charlar, culpa de los madrileños. Y todo cierto, eh? El problema es cuando vas a tu casa (o la que creías que era tu casa) y te quejas de los madrileños, de la luz, del agua y del ruido de las noches y van tu padre y tu hermana y se ríen en tu cara mientras te recuerdan que tú eres otra de esos madrileños usurpadores de agua, luz y descanso en verano. ¡Lo que hay que oír!

Así que no me queda otra. Ahora, además de ameba simple, desorientada, despistada e inestable, soy al contrario de otra manera y desarraigada. O madrileña.

Visto lo visto, va a ser verdad lo de que el equilibrio es imposible


9.7.08

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Me gusta observar a la gente. A veces, me siento un poco como el ladrón de historias de nuestra “Cama para uno”, pero creo que podría pasarme horas absorta pensando en qué hay detrás de cada mirada, de cada gesto, de cada conversación, de cada calada; imaginando qué tienen en común esas dos personas que se cruzan en un semáforo, qué le diría el albañil que lanza piropos al viento si la rubia se diese la vuelta, qué pasa por la mente de los ancianos que echan de comer a las palomas en los parques o cuáles son los planes de las cajeras de los supermercados.

Por eso me gusta esta foto. Porque guarda secretos que nunca conoceremos si no los imaginamos. Por eso y porque está hecha cerca de Atocha, delante de un café en una mesa para tres y en medio de historias de hace tiempo. Recuerdo que atardecía y que llovía, que Mariajo habló de Diego en algún momento y Puri de su chico y de la primera noche que durmió en su casa. Hacía meses que no nos veíamos y la vida había dado varias vueltas de campana. Conozco a Puri desde hace más de una década, desde Navalmoral y la residencia de secundaria. Por aquel entonces le gustaba mi primo. El último recuerdo que tengo de ella allí es en la estación de autobuses antes de venirme a Madrid. Ella se fue primero. Mi primo estaba demasiado borracho. Lloraba. Ahora Puri también es periodista y se mudó a Madrid. Mi primo vive y trabaja en Cáceres, tiene la misma novia desde poco después de aquello y fue papá hace año y medio.

Es curioso cómo funciona la mente para encadenar casualidades que nos empeñamos en que no lo sean. En estos días de Sanfermines y toros, pienso en Ilde y en los sueños, en la pasta de la que están hechos. Recuerdo una clase de primaria en un cole de un pueblo tan pequeño en el que soñar con ser torero era tan complicado como soñar con ser un gran futbolista y jugar en el Real Madrid. Cumplir sueños es complicado. Pero parece que determinados sueños en determinados lugares se hacen imposibles.

Han pasado muchos años de aquella clase. Me pregunto si la vida de aquellos niños se parece en algo a sus sueños.
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8.7.08



Te miro a través de un espejo. Es un espejo como esos de las comisarías que salen en las pelis de polis buenos y malos. En él, leo al revés todas y cada una de las palabras que alguna vez escribiste en mi espalda.

En realidad, creo que ese espejo es un cristal. Porque ambos podemos vernos, aunque yo sólo vea mi reflejo y tú el tuyo. Porque cuando pongo la mano en él, imagino que la tuya está al otro lado. Porque cuando apoyo la frente en él, siento que me das el último beso del día, tu beso de buenas noches.

Ya ves, los reflejos es lo que tienen. Son inverosímiles, impredecibles, juguetones. A veces, se mezclan con vestidos de mil colores en los escaparates de la Gran Vía, se confunden entre libros y flores en las calles de la Latina, se esconden detrás de las ventanas de los pisos que dan a la calle en Lavapiés, se camuflan entre los cachivaches de las tiendas de todo a cien o entre las botellas de un café cercano a Atocha.

Cada uno puede interpretar el suyo a su manera. A mí me gusta sentir el tuyo al otro lado del espejo. De nuestro cristal.
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7.7.08

las mil y una noches

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He descubierto los pantalones de Aladino.
Ahora, sólo me falta el genio de la lámpara y una alfombra voladora que me lleve a tu vera.
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6.7.08

dormir[soñar]dormir

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Aunque no se sepa con certeza por qué. Dormir para que nuestro cerebro descanse o dormir porque evolutivamente hablando fue más útil conservar energía durante algunas horas que andar vagando por ahí expuestos a cientos de peligros.

¿Quién lo sabe?

Dormir para soñar quizás.

¿Pero por qué soñamos? Seguimos sin saberlo, ni por qué ni cómo ni si es necesario. Y aún así, hay cientos de teorías que intentan explicarlo.

Las científicas se limitan a investigar algún correlato de los sueños sin ir más allá. Parece que existen ciertos fenómenos nerviosos que acompañan a algunos sueños, conocidos como periodo de sueño de ondas rápidas o de movimientos oculares rápidos o sueño REM. Durante las fases de sueño REM (cuatro o cinco de aproximadamente media hora cada noche y que unas veces van acompañadas de sueños –ensoñaciones– y otras no), nuestra corteza cerebral muestra una actividad muy parecida a la que ocurre cuando estamos despiertos, pero todos nuestros movimientos, menos los de los ojos, están completamente inhibidos. Si a una persona se la despierta en esa fase del sueño, casi siempre nos dirá que estaba soñando y será capaz de contarnos su sueño. Por el contrario, si se deja que la persona pase a las siguientes fases de sueño, casi nunca será capaz de recordar qué había soñado.

Pero existen otras teorías, sin base científica alguna, que hablan de la interpretación, del significado y del poder de los sueños y sus influencias sobre las personas.

Hay, incluso, quien los ha clasificado. Así, existen sueños fronterizos, los que tenemos momentos antes de perder la consciencia y dormirnos y que, normalmente, están relacionados con las actividades diaria y no tienen ningún carácter predictivo; existen sueños de reajuste, producidos a causa de agentes físicos externos, como golpes, roces o incluso calor excesivo; existen sueños de satisfacción, en los que se realizan los deseos que tenemos en la vida real y gracias a los cuales somos capaces de mantener el equilibrio mental y aguantar todo lo que nos ocurre; existen sueños de satisfacción intelectual y existen sueños premonitorios.



Esta noche he vuelto a soñar contigo.
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4.7.08

[ego]blog II

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Tampoco tengo animal favorito ni comida favorita
Pero me encantan los perros y los huevos fritos y la ensaladilla de mi abuela y el pescado y la tortilla de patatas y las crêpes de mi mami y el marisco y…
No me gusta demasiado el jamón ni el vino ni suelo comer pan
Quiero vivir en el centro
No me entusiasman las afueras ni los chalets adosados ni las urbanizaciones con seguridad
Me quedo embobada mirando las luces de los coches cuando espero en la acera
Antes siempre viajaba en tren
Ahora, en coche
Tengo el carnet hace más de seis años, pero odio conducir
En la ducha alterno gel de chocolate con gel de café
Tampoco tengo una colonia o un perfume favorito
Odio la hipocresía y los comentarios que no vienen a cuento y pueden hacer daño
No soporto ver llorar a alguien
No me van los falsos cumplidos
Cambio de humor constantemente
(puedo ser la persona más feliz del mundo o la más nostalgicona de un segundo a otro)
Soy inconstante, despistada, más o menos [des]ordenada y dispersa
Más simple que una ameba, ;)
Carlos dice que asiste a los próximos cinco años de mi vida con mucha expectación
(casi tanto como en un culebrón)
Mi padre quiere que encuentre un trabajo fijo en el que gane mucho dinero y que me compre una casa
Mi abuela que me busque un novio serio y me case ya
Y mi hermana que tenga un bebé
Nunca tengo nada claro, pero tampoco gasto tiempo pensando
Quizás por eso estoy haciendo un doctorado sin haberme planteado en la vida dar clases ni nada que se le parezca
Quizás por eso empecé a estudiar unas oposiciones: Auxiliar de instituciones penitenciarias
Nunca doy demasiadas vueltas a las cosas
(“si un problema tiene solución, para qué preocuparse… y si no la tiene, para qué preocuparse)
Cuba y Buenos Aires son destinos pendientes
Me encantan los planes absurdos
Me gustaría trabajar en un circo
Y me perdería contigo donde tú quisieras
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ego[blog]

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Me gusta soñar despierta
Caminar descalza
En los centros comerciales ando arrastrando los pies
Canto en la ducha
Soy adicta al café, al chocolate y a los dulces en general
Si existe un recuerdo, seguro que está en mi mente
(aún me quedan muchas cosas por olvidar)
Pero soy rematadamente mala para los nombres de la gente y para las fechas y para los números de teléfono
Y para los juegos de azar y de mesa y de campo y de pista…
Me muerdo las uñas, el labio inferior si pienso en ti y sacudo la cabeza cuando quiero olvidar
Me falta el gen de los idiomas
No tengo pensamiento científico
(ni científico ni de otro tipo)
Me dejo llevar… la vida es más fácil cuando no nos la complicamos
Creo que todo sucede por algo y que todo pasa
No creo en los horóscopos, pero dicen que soy una piscis de manual
No tengo color favorito, ni actor favorito, ni cantante favorito, ni escritor favorito, ni película favorita, ni libro favorito
Estoy enamorada de Madrid
Soy cabezota, orgullosa, independiente e impulsiva
(será por eso que me toca arrepentirme tantas veces)
Con los años me vuelvo más vergonzosa y cada vez creo más en eso de que para hablar hay que mejorar el silencio
No me gusta dar consejos, porque no me gusta recibirlos
(algo parecido me ocurre con pedir perdón)
Tampoco me gusta que me den las gracias
Guardo todo tipo de papeles escritos en horizontal y vertical
(pero sólo una vez escribí un diario)
Cuando me aburro en clase, hago dibujitos en los márgenes de los apuntes
Sólo entre mi gente, sale mi vena payasa
Me encanta contar historias
Siempre miro a los ojos
Cuento a mis amigos con los dedos de las manos
Me cuesta decir ‘te quiero’, pero más olvidar después
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3.7.08

Carta [a mi abuela]

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[No sé por qué me ocurre, pero, a veces, necesito escribir lo que pasa por mi cabeza para poder seguir haciendo otras cosas, como dormir, por ejemplo hoy. Supongo que es una forma de saber lo que pienso (la otra es preguntárselo a Mariajo, pero a estas horas eso es imposible hasta en un pueblo tan pequeño)]



El martes te eché de menos. Mucho.

Era tu casa, tus flores, tus sillas, tu patio, la misma puerta, los mismos muebles, el mismo olor, casi la misma gente. Tu cumpleaños. Pero tú no estabas. Ya hace tiempo que no estás, pero yo sigo sin acostumbrarme, sin poder contener las lágrimas cuando pienso en ti, sin hacerme a la idea de que, a veces, las pérdidas duelen más de la cuenta, de que el tiempo no lo cura todo ni te hace olvidar. Por mucho que pasen los años, por mucho que hayan pasado ocho. Recuerdo tu sonrisa, tus ojos claros, tu pelo blanco, tus besos, tus consejos, tus bocadillos de galletas y jamón york, tus huevos fritos con patatas y salchichas… y lo echo de menos.

Han pasado tantas cosas y casi todo sigue igual. Bueno, parece que tenemos nueva integrante en la familia. Quién te lo iba a decir, ¿verdad? Anoche eran cuatro las parejas, cuatro los hijos y cuatro las nueras. Y todos son todo lo felices que merecen. O quizás uno nunca es tan feliz como merece. Toné sigue con Leticia y parece que les va genial. Ella está ahora en Londres, acaba de terminar la carrera y él está estudiando las oposiciones. A Rocío la vi hace un par de días. Acaba de volver de California, hacía mil años que no la veía, pero sigue igual que siempre. Sandra estudia en Cáceres y Rafa está trabajando en el pueblo y ya tiene novia. Steve está acabando la carrera, tiene alguna pendiente para septiembre y sigue siendo el mismo ‘niño’ inquieto de siempre y Dolores anda dando vueltas a qué quiere estudiar y dónde. Si la vieras… Y yo tampoco he cambiado mucho, tengo los mismos pájaros en la cabeza que siempre, sigo sin saber qué voy a hacer con mi vida, pero soy feliz, porque, de momento, no hay nada que me haga perder la sonrisa.

Sé que estás ahí, en algún sitio. Sé que esa estrella que se enciende cuando las cosas se ponen feas está ahí por algo. Y eso me hace sentir mejor.

Te quiero.
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2.7.08

Cama para uno [part XII]

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Podría ser cualquier café. Una tarde de finales de junio de cualquier ciudad. Cualquiera lo suficientemente ruidosa y heterogénea como para que una pareja pase desapercibida a los ojos del mundo en un café. A los ojos del mundo, pero no de todo el mundo, porque en cualquier ciudad siempre hay alguien con la capacidad de ver de otra manera, de entender las imágenes de otra manera. Gracias a esas personas hay siempre historias que contar.

De cuento en cuento y tiro porque me toca.

Eso ocurrió aquella tarde, que aquella pareja sentada en un rincón de un viejo café de Lavapiés no estaba sola. Por ese ladrón de momentos sabemos que ambos se miraban sin mirarse, casi como una reacción instantánea de dos líneas paralelas que acabarán por cruzarse, antes o después, en algún punto imaginario o no del firmamento, del espacio tan cercano y tan distante que separa un par de manos entrecruzadas de otro par de manos entrecruzadas. Por ese ladrón de momentos que observaba desde la mesa de al lado sabemos que él habló largo rato, contaba una historia, mientras ella jugaba con un mechón de su pelo; que él, de repente, calló y ella, sin dejar de mover compulsivamente la única pierna que apoyaba en el suelo, le preguntó algo y que, mientras él contestaba, ella lo miraba absorta. Hubo un silencio que parecía el prefacio de eso que llaman la poética de la confesión. Ahora era él quien la miraba y ella quien tenía que contestar. Es el juego de la conversación, el feedback. Pero los convencionalismos no iban con ella. Y eso él lo sabía. Puede que a estas alturas lo supiese también nuestro tercer personaje.

[[Me declaro culpable. De haberme enamorado de un personaje de cartón, de haber vuelto a este café, de haberte pedido que me contases la historia de nuevo, de haberte preguntado por qué y de que tú termines también con una pregunta. ¿Quiero? No sé si quiero. También de eso me declaro culpable. Hay cosas que necesito olvidar, dormir que dicen los poetas. Nunca te dije que te quería porque nunca me lo preguntaste, porque no sabría qué contestarte. ¿Y si esta historia también se esfuma? ¿Y si llega el aburrimiento y la indiferencia? ¿Y si un día te cansas de contarla y ya es demasiado tarde? Se puede tener miedo, ¿no?]]

El silencio se prolongó largo rato. Ella seguía pensativa. La memoria provoca siempre una búsqueda frustrante de autenticidad y un 'salto de tigre' en el pasado que ofrece la posibilidad de redención mesiánica al entrar en las fisuras del ayer. Este salto es siempre posible en literatura. No sé si en la vida también.

- ¿Cómo terminaba la historia de la chica cobarde de la maleta de cuero marrón?
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