25.6.08

sensaciones

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Pesadumbre más que vacío. Abatimiento más que tristeza. Nostalgia. Quizás arrepentimiento.

Pero no fue tu marcha lo que me hizo sentir así. Fue la casa cuando llegué. El golpe sordo de la puerta tras de mí. La corriente única y unidireccional que entraba por la ventana y me abofeteaba sin piedad. El eco de mis pensamientos que retumbaban en el bostezo de los armarios de la cocina. Las migas de pan en el suelo. El vaso olvidado en la encimera.

Pero, sobre todo, fue la nevera vacía lo que me hizo sentir así. Vacía. Balda tras balda. Nada. Como un quirófano acabado de esterilizar. Blanca, demasiado iluminada, demasiado fría.


Cansancio. Eso es.
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24.6.08

Cama para uno [part X]

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- Cuando me contaste esta historia por primera vez pensé que jamás me cansaría de escucharla, ni de escucharte. Estábamos en esta misma mesa, era también una tarde de junio y tomábamos café, tú sin azúcar y yo con ella. Quizás por eso la identifiqué con nosotros dos. Me enamoré de aquel chico del que contabas que escribió te quiero en el vaho del espejo y odié a la chica que se marchaba dejando sólo una carta. ¡Cobarde! Recuerdo que, a medida que tus palabras hacían avanzar la película, imaginé cómo hacía su maleta. Podía ver los colores de sus faldas, sus bragas mal dobladas, las camisetas de tirantes, un vestido de rayas, un viejo cepillo de dientes. Creo que, incluso, podía escuchar el tintineo de las llaves al caer sobre su otra mitad. Llegué a imaginar cómo la chica se marchaba la mañana siguiente. Cuando despertaba, él ya no estaba. Ella se vestía, se recogía el pelo y arrastraba su maleta. Era de cuero marrón. No sé por qué la imaginé de cuero marrón.

- ¿Sabes? El final siempre me ha recordado a una calle de París, a Rayuela, a eso de “andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”. A los “amores eternos” de Sabina. “Hacerlo eterno”, dijiste tú también.

- Creo que es la historia más bonita que me han contado nunca.

- ¿Por qué has vuelto a contármela esta tarde, en esta misma mesa, en este mismo café, después de tanto tiempo?
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22.6.08

Cama para uno [part VIII]

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Quizás fue un impulso. Al fin y al cabo, la vida se construye a base de impulsos, ¿no? Un impulso había sido dejar aquella carta sobre la mesita. Un impulso, recuperar aquella foto y deslizarla por debajo de su puerta. Y un impulso era, después de todo, estar allí ahora.
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Ella era más de pequeños detalles que de palabras bonitas. Nunca sabía qué decir ni en qué momento. Menos escribirlo. Por eso confiaba en aquella fotografía y no tanto en la nota adjunta. Siempre había pensado que decir lo siento no era más que una excusa, que casi siempre es mejor no decirlo, que a nada se le puede poner punto y seguido con un lo siento. Pero no se le ocurrió nada más. Por eso confiaba en el embrujo de aquella vieja foto.
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Cuentan que los tuaregs, los mismos que han traficado durante años con oro, plumas de avestruz, esclavos, marfil, pieles de león y que han vendido sus hijas al mejor postor, creen que les robas el alma si les haces una foto. Ella creía que el alma de ambos podía estar atrapada en aquella mezcla de luces y sombras, de plástico y tinta artificial y a ello se aferró con todas sus fuerzas.
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Era la primera foto que se habían hecho juntos. A él le encantaba hacerlo. Fue después de la primera noche. Estaban desnudos sobre la cama y a él se le ocurrió sacar la cámara, la colocó con cuidado en la esquina del maltrecho colchón, encuadró, enfocó y apretó el autodisparador. Pero diez segundos son demasiados para dos cuerpos que sólo se reconocen fundidos en uno. El objetivo sólo alcanzó el cuello y los hombros de ella y parte de la espalda de él. Se la regaló la segunda vez que se vieron. Sobre ella había escrito: "te quiero en todos los tiempos del verbo". Ambos sabían lo que significaba.
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Sonrió al recordar.
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Él la sorprendió así: en su habitación, inmersa en recuerdos, buscando excusas, sentada sobre su cama (la cama que antes había sido de los dos), semidesnuda y rodeada de cientos de fotografías esparcidas sobre el edredón...
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- Ya te dije una vez que darme la llave de tu casa no sería una buena idea. Te dije que si lo hacías vendría las tardes de tormenta, las noches de insomnio, cuando tuviese una pesadilla, cuando no supiese qué hacer ni a quién acudir, con excusas y sin ellas. Te dije que no sería una buena idea porque después traería el cepillo de dientes y luego algo de ropa. Te dije que no sería una buena idea porque después me acostumbraría a despertar cada día a tu lado y luego llegaría un día en que no querría marcharme nunca. Pero tú te empeñaste en que me la llevase. "Ven cuando quieras", me dijiste, "aquí siempre serás bien recibida". Y, ya ves, llegó el día en que pensé en el momento en que cruzase esa puerta por costumbre y tú me esperases por rutina y me dio miedo. Así que te traje llave y todas estas fotografías. Se me ocurrió que quizás podríamos empezar a armar el puzzle de nuevo juntos...
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15.6.08

Cama para uno [part VI]

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Dice el refrán que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos… o hasta que lo dejamos. Dicen también que cuando uno quiere, quiere por encima de todo, incluso de uno mismo…



Cuando se despertó estaba dolorida. Dolorida y desnuda. Había dormido mucho y el escaso sol de la tarde la sorprendió acurrucada al lado de la cama. El televisor seguía encendido. Vomitaba fútbol. La Eurocopa enfrentaba a Suiza y Portugal. Se preguntó si él estaría viéndolo. Probablemente habría salido con sus amigos y en este momento se estarían quejando de que no jugase el que querían fuese el fichaje estrella del Real Madrid para la temporada.

Se puso en pie despacio. Sus músculos cosquilleaban en cada movimiento y en el espejo vio que tenía los ojos hinchados.

Abrió los ventanales de la terraza. Afuera oyó las voces de tres marujas que reían a carcajadas al escuchar de una cuarta que hablaba en susurros que la pareja del quinto se estaba divorciando. Repasó mentalmente a sus vecinos mientras las observaba. En el quinto había un piso vacío y en el otro vivía una pareja de jubilados. ¿Serían ellos?

“Si la convivencia hace mella en una pareja, los años pasados sin más son peores”

Pensó que cuando has compartido tanto con una persona quizás no merezca la pena dejarla. Irremediablemente todo a tu alrededor te recordará a ella, tus canciones, serán las canciones de los dos, los recuerdos de tus viajes, serán recuerdos de dos, dos serán los que salgan en las fotos, dos los que hayan pasado las últimas páginas de los libros, dos los platos resecos de la cena en la cocina, dos los huecos del colchón.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que su vida estaba irremediablemente unida a la de él desde aquel día en las vías del tren. Nunca había estado segura de lo que había hecho ni si de verdad quería hacerlo. Ahora, pensando en que sólo habían pasado horas y ya nada era suyo, se dio cuenta de que se había equivocado y sintió miedo.


Pocas cosas hay peores que sentir miedo.


Tuvo una idea: reconquistar cada parte del castillo poquito a poco. Como en las batallas, pero sin caballo de Troya.
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Fue directa a la caja de lata donde guardaba viejas fotos…
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13.6.08

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A veces, a pesar de la urgencia de las cosas pendientes, de la escasez de horas de sueño, de las ojeras, del enclaustramiento, del cansancio, necesito escribir, necesito desahogarme, necesito decir que echo de menos o que estoy feliz…

A veces, como esta noche, necesito dar las gracias antes de intentar concentrarme…
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gracias a ti que haces lo que sea por ayudarme (no se me olvida lo malo, pero tampoco lo bueno –te quiero mucho-)

… y a ti, que me mandas un mensaje dando ánimos y me dices que me quieres (y yo a ti)
… y a ti, que me traes de Granada una foto de una farola para ampliar la colección (tengo muchas ganas de verte)
… y a ti, que me das los buenos días, me instruyes en la música y me dejas café sobre la mesita (te debo uno)

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12.6.08

Cama para uno [part IV]

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Donde más se sienten las ausencias, aunque sean buscadas, es en las cosas pequeñas. En la rutina diaria. Inevitablemente, cuando todo se divide por dos, siempre se echa de menos. Y en aquella habitación faltaban muchas cosas que alguna vez estuvieron repetidas. Faltaban sonrisas, faltaban caricias, faltaban ‘buenos días’ y ‘buenas noches’, faltaban las cenizas de sus cigarros, los dos vasos de café y la cucharilla, sólo una, para el azúcar.

Por eso, lo importante ahora era pasar página. Terminó de escuchar la canción con la mirada perdida en las ondas de colores que se dibujaban en la pantalla y apagó el ordenador. El golpe del aparato al cerrarse sobre sí mismo le devolvió a la realidad. Estaba empapada. Se quitó la camiseta, dejó caer la falda y jugó a hacer un streep tease para sí misma con su ropa interior. Encendió el televisor de camino al cuarto de baño para matar el silencio de un piso en las afueras. Vio su reflejo en la mampara antes de entrar en la ducha y se sonrió. Cerró los ojos y se dejó llevar por el sonido de las gotas que resbalaban sobre su cuerpo. Tuvo que contener la respiración un par de veces al recordar que su primera cita con él terminó en la ducha. Hicieron el amor bajo el agua, antes de decirse ‘te quiero’. Eso vendría después, cuando él lo escribió en el vaho del espejo y ella dejó la marca de sus labios en un sobre vacío del banco. Como si de un pacto secreto se tratara, sellaron algo a lo que una carta sobre su mesita de noche acababa de poner fin.

La ducha no había sido una buena idea. Cerró el grifo y salió sin ni siquiera secarse. Hizo el camino inverso. Del cuarto de baño al televisor. En las baldosas, el rastro de sus huellas húmedas. Le hubiera gustado que él estuviera allí y las siguiese.

Se sentó en el suelo desnuda, dobló las piernas y se abrazó a sus rodillas. Empezaba a ser consciente de lo que había hecho y no sabía si de verdad era lo que quería. Se durmió echando de menos aquellas cosas pequeñas. El desorden caótico de su cuarto, sus apuntes, sus cartas de amor improvisadas, el olor a humo y café recién hecho.
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11.6.08

Cama para uno [part II]

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Tuvo que darse prisa. Aunque no había tomado la decisión a la ligera, le costó dejar aquella carta sobre la mesita de noche. Alcanzó tan sólo a coger un disco de la pila que aún se mantenía en pie entre hojas sueltas, libros y facturas del banco en las que tantas veces habían escrito sus historias para no dormir. Reversos de su propia historia, hipotecada, con un interés demasiado alto como para que sólo sirviese el amor. Sabía que él nunca lo entendería. Quizás por eso casi huyó. Echó un último vistazo a la cama en la que ayer hacían el amor. Sus piernas empezaban a flaquear ante el recuerdo de los cuerpos desnudos, entrelazados, espasmódicamente compenetrados. Será mejor irse. Empezó a llover cuando cruzó la puerta de salida. Sonrió y quiso tomarlo como una buena señal, aunque nunca le habían gustado los días de lluvia. Vagó por las calles empedradas. Empezaba a hacerse de noche, pero ya nadie la esperaba. Hoy llegaría tarde, empapada. Estaba decidida. Se descalzó para sentir el frío, para sentirse viva y no quiso pensar en nada más que en la sensación de las gotas cayendo sobre ella, pegando al cuerpo su vestido y a su cara el pelo. No pensó en él. Llevaba en la mano los zapatos y en la cintura de la falda había escondido el cd. Aún no sabía cuál había decidido el azar que fuese su reliquia material de aquella relación. Llegó a su habitación, se sentó en la cama, encendió el portátil y lo metió. Comenzaba a tener frío. Reproducir. Miró alrededor. Cuando te acostumbras a dormir en otros brazos, una cama es demasiado grande para uno solo. Sonaron los primeros acordes. Por primera vez desde que abandonó la casa pensó en él.
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10.6.08

fragmento

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"La aparición de ese cadáver idéntico a él podría permitirle desaparecer, iniciar una nueva vida, quizás en otro país o, incluso, en otro continente. Lo que, en broma, alguna vez había comentado con los colegas -¿Adónde irías si tuvieras la oportunidad de volver a empezar desde cero?- se le presenta ahora como una hipótesis factible. Fugazmente, se ve a sí mismo regentando un negocio en Manila, teñido de rubio y con un montón de amigos diplomáticos. O pilotando una avioneta junto a una costa caribeña y aterrizando, al atardecer, en una pista forestal en pleno corazón de la selva. Pero ¿y todo lo que perdería?”

Sergi Pàmies



Y tú, ¿dónde irías si tuvieras la oportunidad de volver a empezar desde cero?

- Yo hoy saldría a buscarte para acurrucarme entre tus sábanas y tu cuerpo y no renunciar a besos ni a abrazos, hoy me iría contigo al fin del mundo montados en un globo, hoy me sentaría a tu lado y te observaría en silencio...
...hoy aún encaminaría mis pasos hacia ti... mañana no lo sé

9.6.08

DedicadO...

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...porque esta es la cara de boba que se me queda cuando pienso en que se nos has hecho mayor y casi ni nos hemos enterado
...porque sé que le esperan tres días de nervios y de casi no dormir
...porque ella pensaría en mí
...porque mañana tiene los tres primeros exámenes de selectividad: lengua, filosofía e inglés
...porque la adoro

8.6.08

contigo, que es como conmigo cuando estás aquí

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Cuentan que allá por esa vaga línea que supone decir los años 60, Franco recibió en audiencia a los representantes de las regiones españolas y que, cuando le tocó el turno a la delegación extremeña, dijo: “Que pase la Cenicienta”. Y, precisamente, Cenicienta fue el título que el cantautor cacereño Luis Regidor le puso a la canción que compuso a partir de aquella anécdota. Curiosamente, otra de sus canciones está dedicada a un concejal de Cáceres que, también por aquellos años, denunció a una pareja por darse un beso mientras esperaba el autobús.

El cantautor ahora es profesor de francés en un instituto, hace tiempo que dejó la canción y escribe en periódicos. Entre todo, fundó un local emblemático en Cáceres: el Gran Café.

Recorrería el mundo de café en café. Y tiro porque me toca.


Hoy, los desconocidos, los olvidados. Las cenicientas de los cafés extremeños. El primero de Cáceres, el de Santa Catalina en la Plaza Mayor, que cerró en 1931. Después han desaparecido otros tantos, como el Viena, el Avenida o el Jámec. En 1835, cuando Larra pasa por Badajoz, escribe que en la ciudad sólo hay dos o tres cafés. Casi un siglo después, se habían convertido en más de cien. Uno de ellos, La Marina, al que Carlos Lencero hizo una letrilla que decía: 'Badajoz, la Plaza Alta, tres gatos en un portal, huele a café de puchero y a raya de Portugal'. Probablemente también donde el mismo Lencero, que sabía leer, escribía las cartas de amor de Porrina de Badajoz a Amalia Rodrigues y donde la liberal Esperanza Segura Covarsí se sentaba en los veladores y fumaba en boquilla, mientras las abuelas decían: “Niño, no mires, que es una señora fumando”.


Ya ves… Ahora se puede mirar a una mujer fumando. Es más. Ahora una mujer puede fumar sin que la estén mirando. Pero en los grandes cafés de Viena, los camareros ya no te dan tinta y papel para escribir, sino los programas de los partidos de la Champion League, y el Gran Café de Cáceres es una franquicia y el Gijón ya no es el Gijón y los concejales ya no multan por dar un beso en la parada del autobús. Se supone que algo se ha ganado. Se perdió parte de la magia.

7.6.08

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Si cuando vuelvas a casa, la encuentras sombría,
puedes subir las persianas, el sol no hace daño cuando tú estás cerca,
y si la encuentras callada,
apaga la radio, ya no molestará el silencio.

Si cuando vuelvas a casa es de noche,
prende la luz.
Quiero ver cómo te acercas
para ser la primera en sonreír,
para quitarte la ropa y que me abriguen tus brazos,
para dibujar corazones de caramelo sobre tu espalda,
para escribir tu nombre y el mío a lo largo de tu cuerpo,
para jugar a ver quién se cansa antes de decir ‘te quiero’
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5.6.08

310

Tú y yo estamos condenados a recorrer una y otra vez los mismos lugares, diez kilómetros a la redonda y vuelta a empezar. Condenados los dos a escondernos de la misma gente escaleras abajo en antros de mala muerte alumbrados con cerillas y ojos moribundos, a vagar por la escombrera que dejan la lluvia y la tristeza cuando se juntan para emborracharse. Y brindan por nosotros dos, sonrisa irónica, por los fracasos, por las noches en vela, por nuestra condena. Condenados por ser humanos. Condenados a seguir siendo uno en dos cuerpos. Condenados, al fin y al cabo, a no ser. Y fíjate, no me importaría pasarme la eternidad entera amarrada a ti por cadenas. Bendita condena la que nos une, aunque sea también la que nos separa.

4.6.08

el primer Café de la mañana: dediCado

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Francesc Ferrero, chef del Club Gastronómico del Garraf, y su equipo creativo, junto al inventor y director de la Feria Attic '08, Pep Torres, han elaborado el desayuno al revés: un café sólido para mojar dentro un croissant líquido.

Me quedo con los de toda la vida. Croissant calentito y café recién hecho, sobre la mesita de noche… y tomarlo casi con los parpados pegados, sin maquillaje, con perfectas imperfecciones, con las ojeras que deja la escasez de sueño, despeinada… y mejor, acompañada… contigo y con azúcar…

3.6.08

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A veces, me pregunto qué hago aquí. No es un aquí de la vida, ni de Madrid, ni un aquí de cansancio o de tristeza. No. Es una pregunta sin más, de esas que salen de dentro cuando vas a la cocina a beber algo o cuando te paras en la puerta de tu cuarto sin saber qué ibas a buscar. Hoy me volvió a pasar, cuando subí al coche, cuando cerré la puerta, cuando arranqué. Pensé en el porqué de volver, en las cosas que me atan a exactamente no sé dónde, en los sinsentidos de la vida, en las palabras que hieren y en las que te hacen sonreír, vengan de quien vengan. Pensé en quedarme. Para siempre. Pero no lo hice y aquí estoy, a las tres y diez de la mañana, hipotecada emocionalmente para no traicionarme. Tomando café. Tratando de ser consecuente con una decisión que tomé en algún momento, una decisión inconsciente, no-pensada, impulsiva y sin retorno aparente. Como todas mis decisiones. Tratando de no bajar los brazos, de ser fiel a algo que aún no sé bien qué es y supongo que esa es la magia. Seguir jugando “en los columpios y tirar migas de pan al agua”.

Porque, de repente, hay personas, hay textos, hay palabras que marcan un punto de inflexión y cambian el rumbo de una noche, aunque nunca lo sepan…

… esto es una declaración de amor

a la gente que nos despide de un fin de semana largo con lágrimas en los ojos
… y besos en el aire
a esos seres especiales que nos conocen casi desde siempre [y aún no nos han abandonado]
… y a los que nos conocen desde hace un rato
a todo lo que se va quedando en el camino
… y a todo lo que encontraremos en él

1.6.08

Teatro del absurdo [teatro-mundo]

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Porque no murió el teatro podemos seguir jugando a ser quienes no somos…
directores, guionistas,
escritores, apuntadores,
actores o espectadores de esta obra que es la vida

Porque no murió el teatro podemos seguir inventando personajes de papel que se borran con olvidar un par de líneas…
Calixto y Melibea,
Romeo y Julieta,
Adán y Eva,
Dalmacio y Eloísa

Porque no murió el teatro podemos seguir imaginando lugares,
bancos bajo una farola,
rejas de casas andaluzas en los que pelar la pava,
puentes desde los que suicidarnos,
esquinas donde escondernos para comernos los labios…

Porque no murió el teatro existen escenarios que cuando baja el telón desaparecen al lado de contenedores
o en los cajones de camiones de mudanzas que van camino del cementerio
donde muere lo que ya no sirve
o lo que si sirve, será para otra cosa.

Se recicla el mundo… Teatro mundo… Teatro del absurdo