20.7.07

[escribir es como hacer el amor]


Hay tantas maneras de escribir como de hacer el amor o tantas formas de hacer el amor como de escribir…

Se puede hacer bien, mal, a medias, dándolo todo, boca arriba, boca abajo, de lado, a la derecha, a la izquierda, del derecho, del revés, dando vueltas, en un parque, en un avión, en un vagón de tren antiguo, en la playa, en la montaña, en el mar, al ladito de un arroyo, despierto, soñando, solo, acompañado, en grupo, entre dos, entre mil, a mano, con tecnologías, con dobles sentidos, siendo sincero, engañando, inventando…

Sí, escribir y hacer el amor se pueden hacer de cualquier forma y en cualquier lugar, pero el resultado siempre varía…

Por ejemplo, escribir la introducción de la tesis es como una noche para una princesa del sexo: acabar es un alivio. Y es que ha paseado la Casa de Campo con tacones como minifaldas y minifalda como tacones, se ha hecho un rasguño en el muslo al roce de los matorrales de la cuneta, le ha tocado sonreír sin ganas, seducir lanzando besos de mentira, sacar la lengua y humedecer sus labios sin tener sed hasta que alguien ha salido del coche para bajarle las bragas. El resultado es el mismo: corrida, 50 euros; diploma, 4.480.

Escribir la redacción habitual del cole para un niño de primaria o secundaria es como el sexo para muchos matrimonios: se hace una vez por semana y, a veces, duele la cabeza. Es mero trámite, hay que cumplir. Por eso, se hace a destiempo, deprisa, a última hora el sábado por la noche y con la cabeza puesta en el domingo, en el partido de fútbol o en la charla con las amigas.

Para un universitario, hacer un trabajo es como el sexo cuando cae en la rutina y las mariposas no vuelan en el estómago: lo hace con más o menos interés de que salga bien, pero le gustaría estar haciendo otra cosa. En cambio, presentar tu primer relato a un concurso literario sería como hacer el amor pasados los setenta: se hace con mimo, despacio y cuidando cada detalle, porque, en el fondo, lo importante es la ilusión que se le pone. Con el resultado, siempre tienes más que ganar que perder.

Sí. Escribir es como hacer el amor… Lo puede hacer cualquiera y en cualquier circunstancia, pero hacerlo bien es un arte…

Quizás por eso, escribir para los grandes sea como la primera vez con el amor de tu vida, sea el primero o el último. Y no me refiero al primer amor, sino a esa persona a la que ahora mismo podrías pasar mirando media vida como duerme, siendo consciente de que eso es una estupidez, pero con una sonrisa en los labios. Quizás por eso ciertos libros son magia, quizás por eso ciertos escritores son magos… Es como rozar el infinito en los brazos de otro… Cada palabra y cada suspiro, cada coma y cada beso, cada punto y aparte y cada jadeo se confunden, resbalan por los cuerpos sudorosos casi como se imprimen en una hoja en blanco. Si no, cómo puede escribir alguien “a oscuras la cubrió por la espalda mientras en su mente una explosión de peces destellantes brotaban en un océano calmo. Una luna inconmensurable lo bañaba, y tuvo la certeza de comprender, con su saliva sobre esa nuca, lo que era el infinito”. Si ellos no son dioses del amor y el arte verdaderos, no se puede comenzar una novela escribiendo “era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados” y que a ti, que no sabes cómo huelen las almendras amargas, ni siquiera si huelen, te recuerden a lo mismo. Si no se ama lo que se escribe no se puede entender que para quien lo piensa “ni siquiera el propio dolor es tan pesado como el dolor sentido con alguien, por alguien, para alguien, multiplicado por la imaginación, prolongado en mil ecos”. Si escribir para un maestro no es comparable a la explosión de dos cuerpos entrelazados, no se entienden las letras juntas que dicen “andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”, ni esas otras: “mientras, nos mirábamos y sentíamos que eso era el tiempo”. Si escribir no es como la despedida al amanecer en medio de las sábanas húmedas, no se podría pronunciar aquello de “dijiste dirás adiós: amor o miedo ardiendo en esos ojos que me miraron la próxima última vez”.

Y en estas circunstancias, tú te planteas escribir algo y te sientes como un actriz mayor de serie B y venida a menos, que fuma desconsolada, a oscuras, en el viejo sillón de una casa vacía del centro de Madrid, mientras el rímel de sus pestañas corre por sus mejillas porque el amor de su vida la ha dejado por una veinteañera…
Por suerte, podemos rescatar del pequeño diccionario de palabras incomprendidas aún una última frase: “aquello que no ha sido elegido por nosotros no podemos considerarlo ni como un mérito ni como un fracaso”. Así que, quizás sea mejor que me ponga a redactar la introducción de mi tesis…

16.7.07

[blimunda]

Los nombres se entrelazan, se esconden, retozan sobre las sábanas blancas de un libro, se adaptan los cuerpos, se curvan, se abrazan, se hacen uno... José y Pilar, Blimunda y Baltasar... juegan a no ser ellos, se inventan, se reinventan, se crean y se recrean, se aman...

"Se encontraron sin buscarse en las páginas de un libro. Ella untó de saliva su dedo y, al pasar la última página, borró el punto y final".

Bonita historia de buenas noches.


"pero ahora sólo tiene ojos para Blimunda, o para el cuerpo de ella, que es alto y delgado como el de la inglesa con quien, despierto, soñó en el mismo día que desembarcó en Lisboa"

14.7.07

[pompas de jabón]

Te recuerdo... borroso, como en una nube. Puede que sea la cerveza... el alcohol así inyectado sin anestesia causa estos efectos. Borroso y lejano. Casi como un espectro, aunque de carne y hueso. Con tu barba de varios días, tus gafas de sol de décadas pasadas y tus pantalones caídos. Tus palabras se metieron en mis venas como vulgar droga de sábado por la noche, pero sin colores, sin subidones antes de la caída en picado. Sólo recuerdos que cada vez lo son menos, hasta casi ni serlo. Ahora mi cuerpo termina en el mismo momento en que lo nombras, mis labios no están dispuestos a ser estación de nada ni de nadie, el tirante de mi camiseta no sabe de leyes de gravedad. Sé que no temblaría. Sé que tú tampoco. Sobre mi hombro sigue sin poder dormirse... y amanecer contigo... eso ya no.

13.7.07

[]


Y al fin me escribiste… aunque ya sea tarde...



Dejaré caer el tirante de tu camiseta sin que se note. Ingenuo de mí. Quiero volver a ver el horizonte casi perfecto que conforma tu clavícula para perderme más allá. Simularé quitarte suavemente una pestaña de tu párpado por sólo rozarte. Y cuando estemos así, frente a frente, cuando nos miremos como si nada, cuando nuestros cuerpos tiemblen al unísono, te cogeré de la cintura y te besaré en la comisura de los labios. Sé que después te diré aquello de que sobre tu hombro no se puede dormir. Y sé que, como siempre, me quedaré hasta que amanezca…

8.7.07

No hay tiempo para dibujos, ni para rebajas, ni para cervecitas en una terraza de esta ciudad… Ahora dedico el Metro a leer Le livre de la vie (o a intentarlo, al menos), las mañanas de Senado a mirar entre bostezos la ley de radio y televisión y las tardes a RESUMIR, corregir y terminar la dichosa tesina… y casi no veo el final… Dicen mis abuelos que “quien mucho abarca, poco aprieta” y puede que tengan razón… hay demasiados planes pendientes y a Madrid le faltan horas… es como llover para arriba… y en verdad me da pena no hacer nada en serio, no me gusta dejar las cosas a medias, pero no hay caso… son demasiadas cosas en las que pensar… y la mente sólo puesta en las vacaciones, en esa semanita en casa y ese viaje a Portugal; en disfrutar de toda mi gente, de mis montañas, de mi cielo azul, de Yago, de las historias antiguas y las charlas de tarde-noche en el umbral de la puerta; en una playa, en el sol quemándote la cara, en una ciudad con magia, en viejas amigas; en tumbarte y… y ya está, no hacer, no pensar, no sentir; en los amores de verano, esos que van y vienen, que te vuelven el mundo del revés, pero que después te regresan a tu sitio sin una sola herida, esos que pensamos para siempre y que se quedan en cuatro noches y una promesa…


P.D. Este finde fue el principio… vinieron mis padres y mis abuelos… me mimaron, mi abuela me hizo ensaladilla (no hay una mejor en el mundo entero) y mi padre me trajo CEREZAS… qué placer… y qué atracones… salí de compras con mi mami y tomé cerveza con mi abuelo… LOS ADORO